Continúa la crónica de como Guillermo Alfredo, quien decidió llamarse a sí mismo Guillermo el Conquistador, prosigue en su saga en búsqueda de la conquista del bello sexo.
Día 3: Guillermo recibe una llamada. Es Bernardo, (Berni para las amigas) el rompecorazones. El nuncafalla. El TM (Tumbalocas Mayor). Por extraño que parezca, Berni necesita ayuda. Y pensó en Guillermo.
Resumiendo. Bernardo tiene una amiga. Y ella tiene otra amiga. Bernardo quiere salir con su amiga. Pero su amiga no sale sin su otra amiga. Entonces necesitan un amigo para que salga con la amiga para que la amiga pueda salir con Bernardo.
Guillermo tampoco entendió muy bien, pero captó la idea principal. Había una ella que buscaba un él. Y él (Guillermo) era él.
Bernardo se la describe. Pelirroja. Ojos claros. Un poco robusta pero sin exagerar. Muy conversadora. Con actitudes tiernas. Y sin novio. “A ver Memo, es ahora, o nunca”.
Es domingo en la tarde, el sol brilla. Guillermo y Bernardo esperan a la entrada del parque. De repente unas manos tapan los ojos de Bernardo, Guillermo se voltea y...
Si hubiera salido corriendo, no hubiera tenido que pasar toda una tarde con esa niña gorda de 8 años que hablaba hasta por los codos y se comía todo lo que se atravesaba. Pero le faltaron reflejos.
Día 4: Guillermo amaneció de malas. No alcanzó a ponerse corbata. Se subió tarde y despeinado al bus. Sin embargo, logró sentarse. Y entonces ella llegó a la banca del lado. Su vestimenta era poco reveladora. Medias pantalón negras de lana. Falda escocesa. Blusa abotonada hasta el cuello.
Pero el rostro era agradable. Poco maquillaje, peinado, sencillo y sonrisa... sonrisa al mismo tiempo con la mirada.
Guillermo mira hacia atrás. No hay nadie. Se cambia de asiento. voltea los ojos y vuelve a mirarla. Lo sigue observando. Siente que el pulso se le acelera, y dos gotas de una cosa fría le corren frente abajo. Cierra los ojos y vuelve a abrirlos.
Ella sigue ahí. Mirándolo con esos enormes ojos claros. Y sonriendo. Él vuelve a sentarse cerca. Y entonces es cuando ella abre la boca. Su voz es suave. absolutamente femenina (lo que descarta cierta teoría que tenía bastante inquieto a Guillermo) y hermosa.
Para Guillermo es música cuando ella dice "Si no tienes nada que hacer, porque no me acompañas".
Guillermo y ella van por la calle. Ella ha tratado de hablarle pero él, aplicando las técnicas de los maestros le responde que ya tendrán tiempo de hablar cuando lleguen. Ella asiente y sonríe. Camina hasta que llegan a la casa grande de la esquina y sonríe. Saca la llave y sonríe. Le dice a Guillermo que sigan y sonríe...
Y sonrió toda la mañana, mientras Guillermo tuvo que aguantarse la lectura bíblica, los cantos y toda la parafernalia de lo 25 miembros del grupo de oración reunidos en la casa grande de la esquina, dispuestos a apartarlo de la senda del pecado. ¡Aleluya hermano! ¡Aleluya!
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