miércoles, 16 de abril de 2008

La noche del grillo enamorado

“La enorme y redonda luna de plata colgaba sobre los techos marrones de la ciudad después de medianoche. Y de fondo, el rítmico, intermitente, pero profundo cantar de los grillos enamorados.”
No es momento de señalar que la luna no es de plata sino de roca, y que si los techos están marrones es porque el zinc de las tejas se ha oxidado, lo que tarde o temprano se convertirá en goteras. Lo que se le cuestiona al poeta de turno es haber subido de categoría a esos bichos escandalosos de tierra caliente.
Porque una cosa es un cri cri al otro lado de la ventana, y otra el mismo sonido, ganando intensidad sospechosamente, a la una de la mañana al interior de una habitación.
Como en las parejas el que tiene genes de cazador es el hombre, corresponde a la parte masculina levantarse a la medianoche a investigar el cri cri. Inevitablemente, pasará lo siguiente:
El empezará a mirar, tratando de orientar sus ojos de acuerdo con el sonido. Primera lección, Con la luz apagada no se ve nada. Así que con el cri cri in crescendo, encenderá la luz y...
Silencio total.
Apaga la luz.
Cri cri.
Enciende
Silencio.
Apaga
Cri cri, cri cri.
Treinta minutos después cambiará de táctica. Se concentrará, calculará intensidad y tono, ubicará el rincón exacto, se situará en posición de combate y...clic.
Ahí estará. Un grillo. Con su cara de viejo melancólico, sus patas largas articuladas, esperando la oscuridad para continuar su canción de amor. Segundos después será un grillo demostrando su habilidad para el salto, al esquivar el primer chancletazo.
Seguirá una sucesión de saltos y chancletazos hasta que el insecto salga del cuarto, o termine convertido en puré de grillo. El hombre, agotado pero con la adrenalina a mil por hora, y la mujer, asustada ante el escándalo, no podrán volver a dormir en toda la noche.
Y todo por culpa de un grillo enamorado
Bicho maldito.

lunes, 14 de abril de 2008

Los amigos de mis hijos

Gabriel es un padre del Siglo XXI. Eso significa que combina sus obligaciones laborales con trabajo en el hogar. Saca pecho cada vez que puede narrar cómo él ayudó a educar a sus hijos. Cómo estuvo presente en algunos de esos momentos reservados antes a las madres (primer diente, sesión solemne, descalabrada) y cómo se convirtió en un experto en las difíciles artes de cambiar pañales, calcular la temperatura de la leche y provocar un eructo a punta de palmadas. El considera esto lo non-plus-ultra en materia de ternura.
Pero los hijos crecieron, y con los años apareció la desgracia de los padres del Siglo XXI: Los amigos de los hijos.

Gabriel es un tipo moderno, pero añora esas lejanas épocas en las que la voz autoritaria del padre seleccionaba, sin lugar a apelación, las amistades que convenían a sus vástagos. Si en sus manos estuviera, el haría otro tanto y proscribiría para siempre de su casa a:

- Poveda, el gordo que llega siempre a la hora de almuerzo, regresa a la de comida y cuando hace presencia en un horario distinto, su inevitable primera escala es la nevera.

- Martín, el del arete, los tatuajes, la cola de caballo y los ojos claros, que siempre saluda a Gabriel con la frase: “hola suegro”.

- Maritza, la loquita que le enseño a fumar a los hijos de Gabriel, le pica el ojo cada vez que puede, y quiere llevarse para una discoteca al menor (que tiene nueve años).

- Dulcey, el "nerd” del curso que cada vez que ve a Gabriel lo sienta en la sala y demora 40 minutos explicándole porque las nuevas generaciones tienen la obligación de ejercer una acción renovadora dentro de la política tradicional

- Jaramillo, el paisa rebuscador que siempre que llega de visita termina obligando a Gabriel a servirle de fiador para una habitación y a comprarle 20 chocolatinas hechas en casa.
- Amparo, la bailadora de salsa que en los 15 años de la hija de Gabriel, lo sacó a bailar y casi le parte la columna a punta de vueltas
.- Luciano, el aficionado a la música que piratea un CD diario, y va todos los días a las 11 de la noche para que los hijos de Gabriel lo escuchen todito

- Sonia, la confianzuda que contesta el teléfono como si estuviera en su casa, y siempre le dice al jefe de Gabriel que él acaba de salir.

- Juan José, el amargado que llega, se sienta en la sala, y permanece ahí durante 4 horas sin decir una sola palabra.

- Maria Cristina, quien cada vez que pelea en su casa se va para donde Gabriel a llorar sus penas, y no se retira hasta haberle contado su vida a todos y cada uno de los miembros de la familia... cuando se retira.

- Yenny, la estudiante de bellas artes que en un arranque de inspiración pintó un mural abstracto en la puerta de la cocina, y después tuvo el cinismo de decir que era su regalo para la familia.
- José Luis, quien lleva tanto tiempo yendo a la casa que entra directo a las habitaciones, sobre todo los domingos a las ocho de la mañana.

- Daza, el caballero costeño que cada cinco minutos se vuela a la cocina a hacerle propuestas indecentes a la muchacha de servicio.

- Martín, el torpe que en tres visitas ha roto ocho porcelanas, dos vasos, una jarra que había sobrevivido por tres generaciones y una complicadísima escultura de cobre

.- David, el amigo esotérico que asegura haber visto un ovni aterrizar frente a la casa de Gabriel, y quiere hacerle una prueba a la familia para saber quien fue reemplazado por un alienígena.

- Nicolás, el que no tiene computador y cada que llega acapara el P.C. de la familia cinco horas seguidas.

viernes, 11 de abril de 2008

Danilo contra el clima

En tiempos lejanos, un hombre se atrevió a desafiar a los dioses del sol y la lluvia. Ellos, en venganza, lanzaron una maldición sobre el osado mortal y su estirpe, para que los elementos se conjugaran contra el número mil en la línea de sucesión. Está escrito en el libro del principio de los tiempos
El "paganini" de esta pelea fue el pobre Danilo, un vendedor puerta a puerta modelo 94, que tiene un problema particular con el clima.
A Danilo lo persigue la lluvia. Una vez se fue para la Guajira ( un desierto) y precisamente pasó por ahí la tormenta tropical Bret. No importa qué época del año escoja, qué municipio, qué ciudad, siempre habrá una nube negra sobre su cabeza.
Hay una excepción. El día en que Danilo se coloca una chaqueta impermeable, un gorro de caucho, dos botas pantaneras, una gafas con parabrisas y saca un enorme paraguas negro... ese día, invariablemente, el sol brilla con todo su esplendor
Algo hay que abonarle al hombre. Nunca pierde la fe. Así que durante cinco días seguidos insiste tercamente en salir a la calle con sus botas, su impermeable, su paraguas, y como su trabajo es de puerta a puerta, hay que verlo sudando a mares por las calles de la ciudad, encartado con un enorme maletín, un no menos enorme paraguas, y un abrigo convertido en bojote que se cae cada media cuadra. Ese muchacho es un héroe.
Cuando llega el sexto día, Danilo se levanta temprano. Mira al cielo. Ni una nube. Escucha en la radio a los meteorólogos. Llama al Ideam. Le pregunta a su tía Josefina por el reumatismo. Suelta 10 golondrinas para ver si vuelan en círculos. Entonces se coloca un saco de lana y sale a la calle. Media hora después el cielo está nublado. Una hora después las calzadas están húmedas. Hora y media después Danilo está empapado
A veces no llueve. Tampoco hace sol. El día está sospechosamente tranquilo. Suele ser en quincena. En esas fechas Danilo deja su labor habitual de vendedor y se dedica a cobrar. Cada factura es independiente Son muchas. Siempre, en algún momento del día, Danilo debe sentarse a revisar sus papeles. Siempre, en ese momento especifico del día ... sopla el viento.
Es un remolino que sale de la nada. O una extraña brisa marina (sobre todo porque Danilo vive a 2 mil metros sobre el nivel del mar) o un tornado, si fuera necesario. El hecho es que agarra los papeles de Danilo y los riega por el parque, por la calle. por el edificio, por el andén. Manrique se resigna, y los recoge uno por uno. ¿Qué puede hacer un infeliz mortal ante la ira de los dioses?

lunes, 7 de abril de 2008

Trabajo en casa...¡Sí, como no!

Dice la prensa que cada día son más las personas en el mundo que trabajan en sus casas. Gracias a la tecnología pueden laborar desde sus estudios. El mundo es maravilloso. Lástima que nuestra vida pertenezca a la versión real.
De entrada, la cosa se complica, porque para trabajar desde el estudio, hay que tener estudio. Si uno vive en un inquilinato; una cocina con casa de interés social; un apartamento moderno (y por ende, enano); o arrumado con tres hermanos, sus cónyuges, los hijos y dos suegras el concepto de estudio es una utopía. Por supuesto que existen personas que pueden tener en sus espaciosas casas varios estudios. La pregunta es ¿necesitarán trabajar?
Pero seamos positivos, Nos hemos acostumbrado (o resignado) a adaptarnos a las circunstancias más complejas, así que la mesa del comedor, la sala, la cocina, la cama a determinadas horas del día o cualquier otro mueble podría ser la improvisada oficina. Pero la cama da sueño, no ganas de trabajar. La mesa de comedor invita a tomarse un tinto, picar unas galletas o adelantar el almuerzo; los muebles de la sala son a veces muy acogedores, o tienen enfrente un televisor que susurra “enciéndeme” a todo momento. Y a su lado, desde un radio de pilas hasta el más sofisticado equipo de sonido invitan a regocijar el oído. Y uno trabajando.
Además, no faltan las personas. Nos busca todo el mundo. La madre para preguntar como estamos, el cónyuge para recordarnos una diligencia, los hijos para consultar alguna tarea, el vecino a pedirnos un favor, los testigos de Jehová para convertirnos. Y además con precisión cronométrica. En el momento en que se ha logrado la concentración adecuada, alguien llamará, timbrará, entrará, gritará, llorará, o preguntará suavemente mientras interrumpe: ¿Interrumpo?
Claro que usted, que nunca pierde la fe, puede decir, “eso es problema para los que viven con mucha gente. Pero como yo me quedo solo (a) en casa durante el día, no tendré problema”.
Falso. Primero, usted no quiere trabajar, pero jamás lo aceptará conscientemente. Entonces descubrirá la importancia de limpiar la basura acumulada detrás de la nevera. Pulirá la madera de los muebles. Cepillará el mugre acumulado entre baldosines. Organizará las estanterías. Reorganizará las estanterías. Y así pasará el tiempo hasta que se acaben las excusas, y se vea obligado a empezar a trabajar.
Y cuando esté finalmente frente a su computador descubrirá que antes de laborar deberá librar una desigual batalla contra la industria del tiempo libre. Música, videos, redes sociales, juegos... ¿De verdad prefiere una insípida hoja de cálculo al maravilloso mundo del Facebook o del Youtube?
La experiencia me permite hacerle una cordial sugerencia.
Déjese de pendejadas y váyase para la oficina.

viernes, 4 de abril de 2008

Remordimientos retroactivos

Ochoa va por la calle. Se encuentra un mendigo que le pide limosna. Ochoa cumple su papel, es decir, le niega la limosna. Tres cuadras después recuerda que cuando era niño se burló una vez (enfatizamos, UNA vez) de la anciana coja que buscaba ayuda en la puerta de la iglesia. Entonces Ochoa se siente en la obligación moral de resarcir ese daño y reparte todas sus monedas entre los pobres que se le cruzan en las siguientes 24 horas. A excepción, claro, de la anciana coja de su infancia (que hace rato cogió otros caminos) y el primer mendigo, que le disparó los remordimientos.
Y es que Ochoa es hombre de remordimientos. Pero con retroactividad. Es decir su conciencia le reprocha constantemente algo que hizo o dejó de hacer cuando era niño, cuando estudiaba, en algún año nuevo lejano o en el año en que el hombre llegó a la Luna.
La psicología del remordimiento dice que la mejor forma de librarse de él es tratando de reparar el daño derivado de la acción que lo origina. Pero cuando la acción fue esconderle las medias nueves al amor infantil de segundo grado, (recordada por Ochoa al ver unas niñas de uniforme) la situación se complica, máxime cuando lo último que supo de la víctima es que se había graduado de bachiller dos años antes que él, a mediados de los 70.
Hombre de temperamento sereno, Ochoa sólo ha tenido un momento de verdadera furia en su vida. Fue cuando Rojas, su compañero de grupo en metodología, no llegó con el trabajo, lo que les significó un 0 (cero) con el profesor Llanos en tercer semestre.
Así, cada vez que oye mencionar a los Llanos Orientales, ve algo de color rojo, o escucha el número tres siente la imperiosa necesidad de llamar a Rojas a presentarle disculpas, lo que ha motivado a este último a cambiar de numero telefónico, ciudad, y hasta nombre para librarse del acoso arrepentido de su ex compañero.
Ochoa oye un chiste y siente la carne de gallina evocando esa noche de Año Nuevo en la que quiso integrarse con sus hijos adolescentes narrando un cuento que todos conocían, por el que nadie se rió. Aunque ha sido militarmente fiel desde que lo declararon marido de su mujer, no puede evitar sonrojarse al recordar (siempre que va a ver una película) aquella tarde de 1981 en la que, siendo soltero, se fue para cine con una prima sin avisarle a su entonces novia, y hoy esposa.
La pregunta es como puede vivir un hombre cuya conciencia y recuerdos no tienen fecha de vencimiento.
Muy sencillo. Es que eso de morirse da mucho remordimiento.

miércoles, 2 de abril de 2008

Basura a prueba de canecas

La basura del pasado era eso: basura. Sucia, maloliente, asquerosa, desechable. Pero gracias a los diseñadores, parte de lo que se debe desechar porque no sirve se volvió simpático, estético, tierno y agradable. Ya hasta da remordimiento botar algunas cosas a la caneca porque... ¿y cómo voy a botar eso tan bonito?
Si no, miremos los empaques. Su uso debía ser sencillo. Sirven para guardar algo, y después van a la basura. O al reciclaje, que es una forma ecológica de disponer de los desechos.
Pues no. Ejemplo: los CD. Los que no traen música traen información o programas de computador. Y muchos se usan y después deben desecharse. Pero es que son tan redonditos. Y tan brillantes. Y tan coloreados. Así que el respectivo usuario ensaya portavasos gigantes, llaveros descomunales y adornos para árbol de Navidad hasta que descubre que si tuvo plata para comprar un computador y un equipo de sonido, la tiene para comprar portavasos, llaveros, y adornos. Pero da un remordimiento botar esos discos.
El síndrome de la basura bonita no es exclusivo de los empaques electrónicos. De hecho, se le puede atribuir a los frascos de perfume. A esos recipientes exquisitamente tallados diseñados para unas pocas gotas. Cuando eran pequeños se podían guardar. Pero crecieron, y siguieron siendo bonitos. Y gabinetes de baño repletos de frascos vacíos evidencian que cada mañana alguien piensa que debe botar eso pero... es que son tan bonitos.
Ni siquiera el áspero cartón se ha salvado. Ciertas empresas que venden pizza diseñaron unas cajas especiales que sirven, obviamente, para cargar pizzas. Quienes compran pizzas en esas cajas, después de comer miran los empaques y los ven tan bien diseñados, tan firmes, tan herméticos que algo en su interior les dice que algún día servirán. Y de hecho sirven para... llenar garajes, cocinas, e incluso comedores de cartón inútil. Pero bonito.
Dentro de los archivadores compulsivos de empaques existe una categoría antiética por definición. El “chiviador”. Dícese de aquel que guarda recipientes finos para utilizarlos en el mediano, corto o largo plazo con objetos ordinarios. Este traficante de dádivas mantiene en su closet cajas vacías para esferos y chocolates, estuches de joyas forrados en terciopelo, bolsas de almacenes internacionales, frascos lavados de conservas importadas, uno que otro recipiente para perfume fino e incluso botellas de los más exclusivos licores.
Dicho de otra forma, tiene el closet lleno de basura.
Pero de la bonita.