miércoles, 12 de abril de 2023

Legado de amor


Paula Cristina optó por identificarse con su segundo nombre y el diminutivo la convirtió en Cris. Ella, como muchas personas, ha tenido varias parejas en su vida. Y aunque no todas las relaciones culminaron en los mejores términos, todas dejaron un legado sólido, estructural y básico en el compañero de turno. Y no fue por el andrógino nombre de Cris, ni por esos ojos que pasan de verde a castaño de acuerdo con la hora del día, ni por ese cuerpo atlético que refleja la disciplina de gimnasio.

Todo comenzó con el padre. Es decir, el progenitor de Cris. Ella no fue la mayor, fue la de en medio de tres. El hecho es que sin ninguna razón particular su nacimiento coincidió con la decisión paternal de abandonar las estadísticas de arrendatarios y pasar a la posesión conjunta de un apartamento con el banco de turno. La entidad financiera, tras 15 años de cuotas, finalmente cedió la propiedad a la familia de Cris.

Precisamente por esos tiempos la ya adolescente tuvo su primer amor. Un contemporáneo lleno de traumas, agravados por el inminente divorcio de sus padres (los de él). Cris no solo fue novia sino punto de apoyo durante la relación cuyo final llegó antes del título de bachiller. En ese momento el joven ya tenía dos familias y la condición de propietario del apartamento de la pareja separada que, de común acuerdo, optó por escriturárselo al hijo, con maromas legales que no le entregarían el pleno dominio hasta los 18 años.

Cris asumió los años de universidad con disciplina, sin distraerse en relaciones sentimentales. Aunque cierto pichón de ingeniero periódicamente intentó hacerle la corte. El mismo con el que se topó un par de años después del grado, mientras ambos intentaban, sin éxito, ingresar al mundo laboral. El desempleo compartido los llevó a compartir otras cosas como tiempo libre, actividades gratuitas y sentimientos. 

El ingeniero fue el primer noviazgo serio de Cris. La relación sobrevivió, incluso,  al hecho de que ella fue la primera que consiguió trabajo, lo que puso al ingeniero en plan de invitado permanente. Y se acabó, precisamente, cuando el sujeto se empleó en una constructora. La empresa, como parte de su política de reclutamiento, ofrecía a los nuevos facilidades para adquirir vivienda en uno de sus proyectos, El ingeniero, en su orden, entró a trabajar, acabó con Cris, se acogió al beneficio y compró apartamento. Ahí vive.

De ahí en adelante, nuestra heroína ha pasado por varias relaciones. Estuvo el intelectual, con quien convivió un par de años hasta cuando por mutuo acuerdo cada uno siguió con su vida. Él compró una casa en ambiente rural y se fue a vivir en armonía con la naturaleza. Luego vino el empresario. Con ese no hubo cohabitación pero sí muchas actividades en pareja y en familia. Tanto, que aún después de terminar Cris mantuvo contacto con su exsuegra y sus excuñadas, de quienes se enteró sobre la decisión del exnovio de hacerse de un apartamento y alejarse de la casa familiar. 

Hasta que llegó la pareja perfecta. Compartía con Cris profesión, intereses y gustos. Y en aquellos aspectos de la vida donde la compatibilidad no llegaba al 100 %, compensaba con apoyo incondicional. Fueron años maravillosos. Hasta que llegó el momento cuchi cuchi. En el apartamento que compartían en arriendo, lleno de globos multicolores, de rodillas, Don Perfecto preguntó ¿Quieres casarte conmigo? Y Cris, tan sorprendida como incómoda lo miró con cara de no me obligue a decirle que no, lo que él entendió. Ella aún no estaba lista para dar ese paso. Así que tocó separarse, con toque de dramatismo. El adicional fue que Don Perfecto estaba tan seguro que incluso había dado la cuota inicial para un apartamento. Esa plata no se perdió. El hombre armó toldo aparte y todavía lo habita, junto con su nueva familia.

Desde entonces que no han habido novedades importante en la vida sentimental de Cris. Ella hoy es una exitosa agente de finca raíz. Las estadísticas lo comprueban. Cierto coqueteo, tan profesional como inofensivo, garantiza que sus clientes masculinos compren casa o apartamento. Cierto, no ha llegado el amor de su vida, pero sí muchas escrituras y comisiones.