— Ya estamos todos, ¿cierto?
— No, falta Villegas.
— Como siempre, cosa rara.
— No importa, mientras llega decidamos a dónde vamos a ir hoy.
— Yo propongo el de siempre.
— Pero siempre lo mismo, variemos aunque sea por hoy.
— Me recomendaron la bandeja paisa del que queda a dos cuadras.
— Rico.
— Perdón pero ustedes saben que mí los fríjoles me caen mal.
— ¿Y si la pide sin fríjoles?
— Valiente gracia, una bandeja paisa sin fríjoles.
— Yo, en cambio, tengo problemas con el chicharrón por lo del colesterol.
— Entonces vamos al vegetariano.
— Huy no, para comer paisaje.
— Así no es, hay hartos menús y variados.
— Pero almuerzo sin carne no es almuerzo. Que tal el del letrero grande aquí, a dos cuadras.
— Ese sí me gusta.
— Y además tiene varias opciones.
— Ok, apenas llegue Villegas…
— Yo allá no voy.
— ¿Que?
— Yo allá no voy. Pero tranquilos, vayan ustedes.
— Por qué.
— La atención no me gusta, hay una mesera que siempre me trata mal.
— No es a la que usted invitó a…
— ¡Dejemos así!, yo busco otro sitio.
— No, la idea es que vayamos todos. ¿Y la pescadería?
— Síiii. Esa es.
— Seguro.
— Acuérdense de mi alergia…
— Verdad.
— Oiga, y que le ha dicho el médico.
— Que evite la comida de mar… esperen, abrieron hace poco un autoservicio pasando la avenida.
— No lo conozco, pero puede ser.
— Yo sí lo conozco y es bueno...
— Ese es.
— ...pero ya es muy tarde
— ¿Cómo así?
— Toca ir temprano porque a esta hora ya acabaron con todo lo bueno. Además mientras hacemos la fila se nos pasa la hora de almuerzo.
— Lástima, mañana madrugamos.
— Vale.
((Silencio a múltiples voces))
— ¿Y el de carnes?
— Me gusta pero…
— Sí, pero…
— De acuerdo, ese es el preciso después de la quincena. Delicioso pero caro.
— Lástima.
— Pues sí, miren quien llegó,
— Hola Villegas, aquí pensando dónde almorzamos.
— ¿Dónde siempre?
— Tocará.