martes, 21 de julio de 2015

Mirón, acosador y verde


Patricia trabaja como secretaria en una universidad. Un día la invitó a salir el profesor de Microbiología II. Alto, barbudo, mono, de ojos verdes, un poco descachalandrado pero atractivo. En honor a la verdad, ella llevaba meses haciéndole insinuaciones hasta que por fin.

El profe insistió en recogerla en su casa. Patricia se puso la pinta conquistadora: tacón alto, falda corta, medias veladas con bordados. Al filo de la hora oyó el timbre. Era él. Los mismos bluyines y tenis de siempre. La único raro era la ¿bicicleta?

Sí, la bicicleta, el vehículo no contaminante y saludable en el cual se iban a transportar hasta el centro de la ciudad (50 cuadras al sur), para almorzar.

Patricia tuvo que maximizar sus habilidades diplomáticas para convencer al barbudo de que era mejor acudir a otros medios de transporte, pero finalmente lo logró. Claro, la solución fácil hubiera sido cambiarse, pero pudo más la vanidad. Sobre todo por la insistente forma en que él le miraba las piernas

Lamentaría eso.

Después de caminar 10 cuadras con sus kilométricos tacones, Patricia imploró una pausa. El barbudo se declaró enemigo de las tiendas repletas de paquetes no biodegradables y azucares tratados con químicos, así que tuvieron que recorrer otras 10 cuadras hasta que encontraron un parque. Y el seguía mirándole las piernas.

Se sentaron en una banca rodeada de arboles. Había, de cualquier forma, un bonito sol. El sonido de los niños jugando daba un toque especial al ambiente. Y mientras ella se recuperaba, sintió la pesada mano sobre su pierna derecha.

- ¡Como se le ocurre!

Patricia enmudeció. Medio segundo antes de que ella gritara, el barbudo lo había hecho. Algo no funcionaba. Si el abusivo era él... ¿Por qué parecía tan bravo?

- Nylon, eso es nylon. Pensé que podía ser seda. Eres una chica plástica, sabías. Porquerías como esta son las que acaban con nuestros ecosistemas. Cuando deseches estas medias nunca desaparecerán. Se quedarán allí, para siempre, ensuciando el planeta. ¿Esa es la herencia que le quieres dejar a nuestros hijos?

Como lo de nuestros hijos sonaba peligrosamente a invitación, Patricia optó por despedirse cortésmente, subirse al primer emisor de gases contaminantes (bus) que encontró y retornar a su casa.

Así, nuestra secretaria aprendió una lección.

No todos los hombres miran las piernas de las mujeres con buenas intenciones.

Algunos quieren salvar el planeta.