jueves, 26 de mayo de 2016

Fin de semana tranquilo


Martín lleva una semana levantándose de madrugada y trasnochando hasta pasadas las 10. Ha sido un período de esos en los que el trabajo se acumula, con las consiguientes secuelas de almuerzos embolatados, sueños escasos y ligeros, estrés al por mayor y cansancio crónico. Por eso, la llegada de un fin de semana libre -por fin- es recibida con una esperanza de alivio por nuestro héroe.

El jefe, -en una inusual actitud- le permite alejarse de su oficina más temprano que de costumbre. Es viernes en la tarde, el sol brilla, y Martín va camino al paradero gozando de su anticipada libertad.

45 Minutos después es viernes en la tarde, cae un aguacero de los mil demonios, y Martín le saca la mano inútilmente al décimo taxista que se limita a mirarlo con ojos de burla, antes de apretar el acelerador.

Hasta ese momento, Martín ha sido ignorado por tres buses, dos colectivos, 6 busetas y 10 taxis.  Después de otros 45 minutos, y luego de librar una lucha a muerte con una señora y sus ocho meses de embarazo, logra finalmente subirse en un bus camino a su hogar. En ese momento son las 6 de la tarde, y se perdieron completamente las horas libres adicionales dadas por el jefe.

Martín llega a su casa cuando ya es de noche. Obviamente, los 60 minutos de viaje (20 de recorrido y 40 de trancón), los hizo de pie. Obviamente, el sólo quiera llegar a su casa y echarse a dormir.  Allá lo espera su pequeño y tierno hijo de 5 años, quien el verlo se lanza en sus brazos al tiempo que pregunta. ¿Papi, porque el pasto es verde?

Dos horas y 54 preguntas después, el pequeño por fin se queda dormido. Entonces Martín se lava los dientes, va al baño, le dice a su mujer  "esta noche, no, mi amor". se coloca la piyama, se asegura de que el despertador está apagado, se acuesta a dormir  apaga la luz y... suena el teléfono

Es la hermana de Martín. Su casa -situada en el otro extremo de la ciudad- se está quemando.

Martín cumple con el protocolo de estos casos. Se viste rápidamente, consigue un taxi, llega cuando ya los bomberos han controlado el incendio, consulta a su hermana. y se lleva para su casa a cinco sobrinos que esa noche no pegarán el ojo hablando de tan emocionante experiencia. y empezarán a llorar cada vez que Martín trate de alejarse de ellos.

Cuando sean las cinco de la mañana los pequeños se duermen y él intentará hacer otro tanto. Y en efecto lo hará hasta las 6 a.m. cuando su hermana, al otro lado de la línea, le recuerde que él se comprometió a ayudar a remover escombros

Seis horas y media tonelada de ceniza después, su cuñado llegará con una deliciosa carne del sospechoso asadero del barrio. Dos horas después, Martín se encontrará en la EPS con evidentes síntomas de intoxicación. 45 minutos más tarde, entenderá por primera vez en su vida el significado de dos palabras: lavado intestinal.

Culminada la operación de limpieza, y de retorno a su hogar, Martín tratará de conciliar el sueño, teniendo en cuenta que los sobrinos fueron llevados a otro lugar. Sin embargo, ignorando las recomendaciones médicas de abstinencia total, decidirá echarle un mordisco al trozo de panela que se ve seductor en la mesa.

Al principio sólo sentirá como que algo se cayó en su boca. Después palpará con la lengua y notará el hueco. Y el dolor irá apareciendo lentamente, y le hará pasar una noche horripilante, entre buches, calmantes, hielo en las mejillas y respiración entrecortada.

AI otro día su cara de desesperación habrá llegado a tal nivel, que despertará los sentimientos piadosos del dentista cuya residencia será visitada pasadas las seis de la mañana. A las ocho estará anestesiado y curado. A las nueve intentará dormir. A las 10 llegará el vecino a recordarle el paseo a la finca.

Será la una de la tarde cuando finalmente lleguen a ese peladero que su cohabitante de barrio insiste en llamar finca. Martín aprovechará un descuido para echarse a la sombra del único árbol utilizando ese promontorio tan bien ubicado como almohada.

...Y mientras lo llevan hacia el hospital, para sacarle de encima las miles de hormigas que se ensañaron contra él sólo por que les tumbó el hormiguero, Martín añorará. como pocas veces, el maravilloso placer de trabajar 14 horas diarias.