miércoles, 14 de febrero de 2024

El dilema de los agujeros misteriosos

Un día cualquiera Este Tipo se quedó mirando a una de esas mujeres que, más allá de edad, tamaño, figura o estrato se han integrado a la tendencia de los yines rotos. Estilo que, por cierto, también es patrimonio de unos cuantos caballeros. Este Tipo no se enreda en disquisiciones sobre la racionalidad de la moda pero, en cambio, se hizo una pregunta más terrenal. ¿Y eso como para qué sirve?

El problema es que Este Tipo tiene —en terminología elegante— personalidad obsesiva, o sea que se pone insoportablemente intenso cuando le da por un tema. Así que pasó unas cuantas semanas botándole corriente a la pregunta, sobre todo en lo que tiene que ver con las mujeres. Como lo de tipo es literal, no es tipa, y como no hizo lo obvio que era preguntarle al personal femenino, el ejercicio se limitó a observar, interpretar (o mejor, especular) y concluir. 

Explicaciones basadas en lo cómodo o práctico del asunto brillaron por su ausencia. Igual ocurrió con la estética. No se ve bonito, no funciona como complemento ideal para otras prendas y no resalta ningún atributo específico. Para las piernas existen las faldas, y si el objetivo es mostrar la silueta los huecos —que, por cierto, han ido creciendo en área y cantidad año tras año— no destacan nada. En cambio, sí revelan partes del cuerpo poco interesantes. Por ejemplo las rodillas, que tienen turupes, se ven porosas y tienden a acumular cicatrices. Algo así como la nariz o las orejas, pero sin el resto de la cara.

Las diferentes opciones de diseño tampoco ayudan. En los modelos ceñidos eso parece un tamal mal amarrado. O peor, una morcilla o chorizo con el relleno saliéndose por defectos en la tripa. Como si se hubieran dejado en agua hirviendo demasiado tiempo. Y cuando son exactamente lo contrario, es decir, pantalones anchos,  da la impresión de que algo aparecerá por esas costuras en algún momento. Algo malo o, por lo menos, poco higiénico.

Si preocupa lo que sale del yin, otra inquietud se relaciona con lo que entra. En climas fríos, vientos helados y temperatura ambiente gélida. En clima caliente, ese sol inclemente que genera bronceado tipo bikini o, más específico, tipo bandera en las piernas de la usuaria. Eso para prendas ceñidas. En los modelos anchos el tamaño de los cortes los convierte en acceso ideal para polvo, barro, lluvia, agua de charco cuando algún guache salpica y múltiples insectos, comenzando por mosquitos sin almorzar.

Las reflexiones de Este Tipo afectan directamente su calidad de vida. Ya casi no come ni duerme. Cada vez que sale a la calle un bluyin —que no siempre es blu, porque la moda se ha extendido a lonas de otros colores—, lo mira amenazante y deshilachado, como un desafío al intelecto. Para rematar, ha detectado una desconcertante tendencia en algunas usuarias. Medias, preferiblemente veladas y con malla, o unos leggings (chicle, en otros tiempos) impiden ver la piel que el agujero del yin revela. ¿Taparon para poder destapar? ¿Muestran pero no se debe ver’? ¿Cuál es el objeto de una ventana si al otro lado hay un muro?

Un día, en la calle, Este Tipo sintió una molestia un poco más abajo de la rodilla. Nada que un pequeño masaje no pudiera solucionar, pero para que fuera efectivo requería destapar la pierna. Quitarse los pantalones —sitio público— no era opción, arremangarse sí. Complicado porque llevaba puesto un yin que, aunque no era pegado al cuerpo, tampoco era tan ancho como para poder subir la bota con facilidad.

Y mientras hacia maromas para acceder a la zona afectada una idea surgida al azar, casi una epifanía, aclaró parte de sus dudas.

Sería bueno que esto tuviera un hueco para poder meter la mano y sobarse.