Está, por supuesto, el buen conversador. Otro pisco clave es el que hace aportes inteligentes en momentos claves del diálogo. Todos siguen al líder, al que plantea el tema. Y se ríen de las ocurrencias del payaso de turno. Son los ingredientes fundamentales de una buena plática. O botadera de corriente. O conversada. O tertulia.
El papel de Delio, sin embargo, es diferente. Él es el encargado oficial de aburrir a los demás. El protagonista oficial de los silencios incómodos. El rey del monosílabo. El tipo aburridor.
Su rol no es tarea fácil ni el resultado de la improvisación. Requiere años de preparación y experiencia. Eso de nunca tener algo interesante que decir no se logra de la noche a la mañana. Y mucho menos cuando tiene un ingrediente adicional. No es intencional.
Porque Delio quiere ser ameno. Quiere integrarse al grupo. Quiere participar. Pero esas intenciones loables se estrellan con la habilidad innata para fastidiar, cansar, molestar, disgustar, importunar y/o contrariar –y se acabaron los sinónimos de Word- al más emocionado.
Ejemplo 1. Tras años de separación, viene el reencuentro con el viejo amigo, compañero, vecino. En una primera etapa la conversación gira alrededor de ponerse al día. Su vida, la del otro, los parientes cercanos, los amigos comunes y…
Se acaba el tema.
A Delio no se le ocurre qué decir, no se le ocurre qué preguntar, no ve ningún tema común de conversación.
Y es contagioso. El amigo, compañero o vecino (¿examigo, excompañero, exvecino?) también sufre un bloqueo mental. Vienen dos o tres intentos fallidos de poner tema –política, fútbol, religión, colores, lucha libre, marsupiales- y luego la lánguida despedida.
El “nos vemos” en este caso es literal. Porque hablarse es comprobadamente difícil.
Ejemplo 2. Dicen que una buena pregunta encarrila cualquier conversación. Creo que yo soy el que lo digo, pero para el efecto es lo mismo. Esto para señalar que hay quienes mantienen el diálogo vivo a punta de interrogantes. Hasta que se encuentran con tipos como Delio.
Porque para ser aburrido y aburridor, hay que tener una vida idem. Y esa vida idem implica no tener nada que contar.
Entonces el repertorio de respuestas ante cualquier pregunta es…
Bien…
Más o menos…
Lo de siempre…
Entonces los intentos de diálogo son algo como esto
Interlocutor (educado) ¿Y usted que ha hecho?
Delio: Bien…
Interlocutor (interesado) ¿Y el trabajo que tal?
Delio: Más o menos…
Interlocutor (dispuesto) ¿Y eso por qué?
Delio: Lo de siempre…
Interlocutor (intrigado) ¿Como así?
Delio: Bien…
Interlocutor (resignado) Ah, pero bien la cosa
Delio: Más o menos…
Interlocutor (desesperado) Y qué más…
Delio: Lo de siempre…
Ejemplo 3. Otra formula un poco más expresiva –como si eso tuviera algún mérito- es la infinidad de variantes alrededor de la misma acción. En este caso, el diálogo anterior se realiza más o menos así:
Interlocutor (educado) ¿Y usted que ha hecho?
Delio: Ahí, en el trabajo.
Interlocutor (interesado) ¿Y el trabajo que tal?
Delio: Ahí, trabajando.
Interlocutor (dispuesto) ¿Y eso por qué?
Delio: Mucho trabajo.
Interlocutor (intrigado) ¿Como así?
Delio: El trabajo, usted sabe…
Interlocutor (resignado) Ah, pero bien la cosa
Delio: Desde que haya trabajo…
Interlocutor (desesperado)¿Y qué más?
Delio: Trabajar mano.
Ejemplo 4. Claro que existen interlocutores (sobre todo interlocutoras) que no se rinden tan fácil. Entonces se encuentran con que Delio es un tipo que se mueve entre gustos tan, pero tan variados; o tan, pero tan indefinidos …que no hay nada de que hablar con él.
Delio: De todo un poco.
Ella: ¿Dónde vas a pasar las fiestas?
Delio: No sé.
Ella: ¿Qué música te gusta?
Delio: De toda un poco.
Ella: ¿Qué te gusta tomar?
Delio: No sé.
Ella: ¿Y te gusta bailar?
Delio: De todo un poco.
Ella: ¿Vas a votar?
Delio: No sé
Ella: ¿Y qué películas has visto?
Delio: De todas.
Ella: ¿Como te parece el último chisme de…?
Delio: No sé
Ella: ¿Y ves televisión?
Delio: De toda.
Ella: ¿Qué te gusta comer?
Delio: No sé, de todo un poco.