martes, 21 de junio de 2016

Ñapa familiar


De entrada hay que aceptarlo. En todas las familias existen bichos raros. Personajes exóticos con comportamientos -en el mejor de los casos- socialmente inaceptables, o  -en el peor- bordeando la frontera de la irracionalidad y el Código Penal.

Pero a fuerza de convivir con ellos, el núcleo familiar termina por aceptarlos, acostumbrarse e ignorar sus particularidades. Quienes realmente deben sufrir a los parientes extraños son los que ingresan al clan por la vía política.

Así, en las reuniones, las visitas, a horas inesperadas o en cualquier momento del día el esposo o esposa de turno se ve sorprendido y desconcertado por allegados a su cónyugue con manías como las siguientes:

- La adolescente dramática que improvisa una sonora escena de despecho con amenaza de suicidio cada vez que la deja un novio.
- El solterón que llega a cualquier hora con una garrafa de aguardiente y ganas de conversar.
- La rezandera que considera que donde hay dos personas o más es obligatorio empezar un rosario.
- Los parientes de origen campesino que reciben todas las visitas a todas las horas con tamales, chocolate, almojábanas y un insistente “pero coma, mijito”.
- El conversador de malas ideas al que todos ignoran.
- El muerto de hambre que llega directo a la nevera y selecciona lo más caro.
- La viuda que se emborracha con dos tragos y se dedica a evocar durante toda la noche a su marido, muerto cuatro décadas atrás.
- El joven con algún tornillo suelto que habla por horas, y horas, y horas, algo que solo él entiende.
- El pequeño malcriado que por cualquier cosa se tira al piso, llora, se revuelca, aúlla y patalea.
- El anciano que en todas las reuniones repite las mismas siete anécdotas sobre su único viaje a Europa.
- El comerciante que compra al por mayor y regala enormes cantidades de productos perecederos a punto de perecer.
- El caballero de antecedentes penales que periódicamente desaparece y aparece pidiendo -con aire de película de misterio-  plata para un pasaje porque tiene que desaparecer por unos días.
- Los parientes prolíficos que andan a todas partes con su camada de ocho hijos.
- La hipocondríaca que se autodeclara en estado terminal cada media hora.
- El fanático político que desvía cualquier conversación a la defensa de su partido.
- El primo lejano que siempre pide prestado el baño después de saludar.
- La tía abuela que nunca se ha podido aprender nuestro nombre.
- El padre que improvisa un discurso conmemorativo cuando se reúnen más de tres personas.
- El  coleccionista de objetos extraños que lleva una pieza nueva a las reuniones familiares y las describe minuciosamente, mientras todo el mundo lo ignora
- Ese que no habla pero se sienta al lado del esposo o esposa de turno mirándolo directamente a los ojos.