Técnicamente
no es un defecto. Incluso puede llegar a considerarse una cualidad. Es más, le
permite hacer cosas que los humanos normales no pueden. Atraviesa paredes. Supera distancias. Destaca entre las
multitudes y es capaz de llamar la atención de cualquiera. Es imposible
ignorarla. Así muchos lo quieran.
Tiene
que ver con la parte del cuerpo que cumple esas funciones. Ella tiene lo
mismo que los demás, pero distribuido, organizado, ubicado o alguna cosa
terminada en ado que la hace única, o por lo menos excepcional.
Afortunadamente, aseguran algunos.
Esos
algunos son quienes la tienen que sufrir a diario. Su esposo, quien la ama de
todo corazón pero no termina de acostumbrarse. Los compañeros de oficina,
quienes reconocen sus habilidades profesionales, pero viven en permanente
estado de alerta o crispación. Y cualquier transeúnte despistado que de un
momento a otro recibe una muestra gratis de ese don que destaca a Sandy entre
el resto del conglomerado.
Porque
la voz de Sandy es, ¿cómo decirlo? No es algo potente, no es algo melodioso, es
de una tonalidad especialmente aguda que de alguna manera supera cualquier
obstáculo físico y entra directamente (y se queda) en el cerebro de su
interlocutor, o de cualquiera que esté en un radio de cinco y hasta más metros
a la redonda.
Además
de su alcance y eficiencia, es la sensación. La sensación de quien la escucha. Algo así como una fresa de
odontólogo tratando de cantar ópera. O un canario que nunca aprendió su
canción. O la alarma de un carro preguntando la hora. Es la voz más chillona,
penetrante y perturbadora que cualquiera se pueda imaginar.
Y
como suele pasar, si alguna vez a Sandy le importó, eso pertenece al pasado.
Así que contesta el teléfono en plena calle con un aló que pone en estado de
alerta al público circundante, sigue con alguna historia que le crispa los
nervios -al publico circundante- y cuando finalmente se despide por lo menos
tres subconscientes clasifican para soñar con violinistas destemplados durante
las noches subsiguientes.
Ella
tiene la tendencia a ponerse citas en sitios concurridos donde su presencia no
es evidente hasta que habla. En ese
momento quien la esté buscando la nota
enseguida, junto con las 20, 30, 40 o mil personas que se hallen en los
alrededores. Nadie se atreve a echar un chiste en su presencia. Su risa es algo
así como su voz. Pero peor
En
temas laborales nunca pierde una
discusión, porque su jefe, sus colegas, o cualquier persona que la haya
escuchado prefiere darle la razón antes que oírla argumentar. O saludar. O
pedir asesoría. No puede reivindicarse como inventora de la mensajería
instantánea u otro sistema de comunicación por escrito, pero contribuyó como
nadie a su popularización. Por lo menos en su entorno cercano. .
¿Y su
esposo? Él la quiere. La quiere mucho, pero añora esos primeros tiempos cuando
ella apenas lo conocía y comenzó a sentir algo por él. Ese algo era amor. Pasó
algún tiempo antes de que se dieran las circunstancias que finalmente los
llevaron a relacionarse y convertirse en pareja. Pero nos estamos desviando.
¿Qué es lo que el esposo añora?
Cuando
Sandy lo amaba en silencio.