jueves, 23 de junio de 2016

Historias de una mujer inolvidable


Técnicamente no es un defecto. Incluso puede llegar a considerarse una cualidad. Es más, le permite hacer cosas que los humanos normales no pueden. Atraviesa  paredes. Supera distancias. Destaca entre las multitudes y es capaz de llamar la atención de cualquiera. Es imposible ignorarla. Así muchos lo quieran.

Tiene que ver con la parte del cuerpo que cumple esas funciones. Ella tiene lo mismo que los demás, pero distribuido, organizado, ubicado o alguna cosa terminada en ado que la hace única, o por lo menos excepcional. Afortunadamente, aseguran algunos.

Esos algunos son quienes la tienen que sufrir a diario. Su esposo, quien la ama de todo corazón pero no termina de acostumbrarse. Los compañeros de oficina, quienes reconocen sus habilidades profesionales, pero viven en permanente estado de alerta o crispación. Y cualquier transeúnte despistado que de un momento a otro recibe una muestra gratis de ese don que destaca a Sandy entre el resto del conglomerado.

Porque la voz de Sandy es, ¿cómo decirlo? No es algo potente, no es algo melodioso, es de una tonalidad especialmente aguda que de alguna manera supera cualquier obstáculo físico y entra directamente (y se queda) en el cerebro de su interlocutor, o de cualquiera que esté en un radio de cinco y hasta más metros a la redonda.

Además de su alcance y eficiencia, es la sensación. La sensación de quien la escucha. Algo así como una fresa de odontólogo tratando de cantar ópera. O un canario que nunca aprendió su canción. O la alarma de un carro preguntando la hora. Es la voz más chillona, penetrante y perturbadora que cualquiera se pueda imaginar.

Y como suele pasar, si alguna vez a Sandy le importó, eso pertenece al pasado. Así que contesta el teléfono en plena calle con un aló que pone en estado de alerta al público circundante, sigue con alguna historia que le crispa los nervios  -al publico circundante-  y cuando finalmente se despide por lo menos tres subconscientes clasifican para soñar con violinistas destemplados durante las noches subsiguientes.

Ella tiene la tendencia a ponerse citas en sitios concurridos donde su presencia no es evidente hasta que habla.  En ese momento quien la esté buscando la  nota enseguida, junto con las 20, 30, 40 o mil personas que se hallen en los alrededores. Nadie se atreve a echar un chiste en su presencia. Su risa es algo así como su voz. Pero peor

En temas  laborales nunca pierde una discusión, porque su jefe, sus colegas, o cualquier persona que la haya escuchado prefiere darle la razón antes que oírla argumentar. O saludar. O pedir asesoría. No puede reivindicarse como inventora de la mensajería instantánea u otro sistema de comunicación por escrito, pero contribuyó como nadie a su popularización. Por lo menos en su entorno cercano.  . 

¿Y su esposo? Él la quiere. La quiere mucho, pero añora esos primeros tiempos cuando ella apenas lo conocía y comenzó a sentir algo por él. Ese algo era amor. Pasó algún tiempo antes de que se dieran las circunstancias que finalmente los llevaron a relacionarse y convertirse en pareja. Pero nos estamos desviando. ¿Qué es lo que el esposo añora?

Cuando Sandy lo amaba en silencio.