miércoles, 18 de septiembre de 2024

Administración uniforme


Villegas llevaba años esperando una oportunidad como la que le llegó con las visitas de la junta directiva. Los grandes jefes querían reconocer la planta principal y a él le correspondió organizar, coordinar y atender. No programaron a todos en un solo viaje, sino que planillaron visitas individuales cada dos meses.

Toloza, un filósofo metido a empresario, fue el primero. Acorde con sus antecedentes humanistas, enfatizó el diálogo con los trabajadores. Ahora, la organización era algo tan grande que había tercerizado muchos de sus procesos no esenciales. En la planta compartían espacios empleados directos (los llamaremos locales) con trabajadores subcontratados por proveedores externo que producían bienes o prestaban servicios a la empresa contratante. A estos los llamaremos visitantes. 

La convivencia generó algunos inconvenientes en la agenda del alto directivo, cuya prioridad era conocer las inquietudes de los locales, pero en más de una ocasión terminó hablando con visitantes. Y es que a simple vista los locales caminan como visitantes, se ven como visitantes y suenan como visitantes. En cambio los visitantes caminan como locales, se ven como locales y suenan como locales.  

Toloza no se molestó ni se quejó. Incluso hizo un comentario positivo sobre igualdad en la diferencia. Villegas, nervioso por imaginarias consecuencias negativas ante su rol de anfitrión, no entendió. Interpretó que aunque todos en la planta eran iguales, había unos (locales) más iguales que otros (visitantes). Y que era necesario diferenciarlos para evitar situaciones como lo acontecido con el invitado de honor.

A punta de verbo logró que el gerente le cogiera la idea. No arrancaron de cero, porque ya existía personal visitante uniformado que, por su función, necesitaba ser identificado a simple vista, como los servicios de vigilancia. Luego siguieron con los epp —elementos de protección personal— obligatorios para ciertas tareas. Hablamos de cascos, overoles, guantes, botas. etc. La única diferencia, cuando existía, era algún logotipo. Mediante un nuevo reglamento materiales, normas técnicas, costo o especificaciones pasaron a un segundo plano. La clave era que los epp de los locales se vieran distintos a los de los visitantes.

Fue más complicado con las actividades (oficina, por ejemplo) que no requieren epp. Pero la Ley obliga a las empresas a dotar de calzado y vestido a quienes ganan hasta determinada cantidad, medida en salarios mínimos. Así que aprovecharon y extendieron la obligación a todo el personal visitante, independiente de cargo, salario, nivel académico, género, color de cabello o condición de diestro, zurdo o ambidextro. 

La aplicación práctica de las iniciativas llenó las instalaciones de subgrupos claramente diferenciados por su aspecto externo. Ese fue el ambiente que recibió al invitado del segundo bimestre, el ingeniero Manrique, empresario de la vieja guardia conocido por su pragmatismo y franqueza. 

Aunque este recorrido se centró en los aspectos técnicos, incluyó un paso rápido por casi todas las instalaciones. El ingeniero vio al combo de las camisas y blusas blancas, al combo de las blusas y camisas azules, al combo de las batas verde claro, al combo de las batas verde oscuro, al combo de los overoles negros, al de los overoles azules y demás etcéteras .

Esta vez, el comentario del miembro de la junta directiva no dejó lugar a interpretaciones erróneas.

—  Hagan una economía de escala con los contratistas y verán que los epp salen mucho más baratos. Que importa si son del mismo color, lo único que hay que cambiar son los logos. Y que la gente de oficinas se vista como le dé la gana. Me parece que estamos bien de procesos, de eficiencia y de eficacia. Pero estaríamos mucho mejor si dejaran de botarle tanto tiempo, corriente y recursos a uniformar gente.