martes, 19 de enero de 2016

Sorpresa de cumpleaños


Y a medida que pasaba el tiempo, se acercaba el día más temido desde cuando Nancy dejó su urbe natal para venir a la capital a realizar estudios universitarios. Ella había sobrevivido al cambio de clima, a la distancia, al ambiente de la residencia universitaria y a la agresividad de ciudad grande. Pero esto sí era totalmente  nuevo. Pese a que los modernos medios de comunicación garantizaban contacto permanente, por primera vez en su vida iba a pasar un cumpleaños lejos de sus amigos de siempre, de sus padres, de sus hermanos. Y eso era deprimente.

Pero tres días antes el pariente lejano llegó al rescate. Se trataba de un sujeto que andaba por el mundo con gafas gigantes, camiseta de superhéroe y evidente obsesión tecnológica. Era como el hijo del primo del cuñado de la tía política que vivía en la capital y a cuya casa Nancy acudía a veces para hacerle contrapeso al aburrimiento de fin de semana. Allí lo había conocido y como estaban más o menos por la misma edad, mantenían un contacto relativamente constante. Así que en un acto de solidaridad generacional, encaminada a respaldar a un contemporáneo en un momento difícil, el hombre la invitó a pasar juntos la tarde del cumpleaños. No dio mayores detalles, solo un nos vemos a tal hora en tal sitio.

Nancy no tenía ninguna intención especial con el pariente lejano. De todas formas, invitación era invitación. Y la joven no quería desentonar en la comida, la rumba, la tertulia o lo que fuera que su anfitrión tuviera en mente. Además era su cumpleaños. Se preparó para la ocasión con pinta de cumpleaños: ropa adecuada, peinado especial, tacones e incluso algo de maquillaje.

A la hora anunciada se encontró con el tipo quien, por cierto, venía con la misma camiseta, bluyin y gafas de siempre. La joven intuyó que irían a algún centro comercial, posiblemente a comer algo, tal vez a un cine o a otro tipo de actividad cultural o recreativa. No se descartaba el remate nocturno en sitio de cocteles o música. El hombre, con aire misterioso, simplemente pidió que lo acompañara.

Tomaron ruta hacia el centro comercial… y siguieron derecho.  Eso era buena señal, iba a ser un sitio más exclusivo como ese restaurante que todos recomendaban. Ese que acababan de dejar atrás, porque pasaron frente a él…  y siguieron derecho. Claro, doblando la esquina estaba el local de moda,  la pista de deportes extremos. Si bien la ropa no era adecuada, ella sabía que entre los servicios estaba el alquiler de atuendos. Y justo al frente quedaba el teatro, con el último estreno del grupo ese que combinaba la vanguardia creativa con el humor.  Dos opciones diferentes cuyas fachadas tuvo la oportunidad de admirar… porque siguieron derecho. Aunque era temprano para sitios de rumba, tampoco se detuvieron en aquellos que se atravesaron en la ruta y ya estaban abiertos. Algo nerviosa, Nancy le notificó a la tía política vía texto su ubicación exacta, a lo que esta respondió con un tranquilizador…  “ya sé para donde van”.

El destino final fue una casa común y corriente. Una versión un poco más baja del pariente lejano los acompañó a la sala donde todo estaba preparado. La sorpresa preparada para Nancy era una fuente repleta de crispetas y una consola de videojuegos.

El pariente lejano jamás entendió qué fue lo que tanto le molestó a la mujer. ¿Acaso existía una mejor forma de pasar un cumpleaños?