martes, 1 de septiembre de 2015

Doctorado minutis causa en consultoría económica


El Señor Canelo y Doña Esneda están, de lejos, entre los más informados sobre la evolución de la economía nacional, regional y mundial. Constantemente acceden a datos privilegiados de sectores productivos, cifras clave, estudios, decisiones corporativas, proyecciones e iniciativas. Pero curiosamente, semejante bagaje de sabiduría no ha afectado para nada su rutina diaria. De hecho, siguen siendo los mismos que eran antes de conocer a Guali. 

Porque en materia de conocimientos financieros, solo alguien los supera: Gualberto, el más cotizado, más conocido, más buscado y más ocupado consultor empresarial de este país.

Gualberto –Guali para los amigos- es un caso excepcional. Sus proyecciones –que algunos denominan profecías- han anticipado una y otra vez el comportamiento de sectores clave en la economía. Muchos clientes lo dicen; hacerle caso es la diferencia entre la quiebra y la opulencia.

Aunque con lo que cobra por una sola consultoría podría vivir durante el año completo, la palabra NO brilla por su ausencia cuando recibe alguna propuesta. Como su insumo es la información, vive, literalmente, conectado 24 horas. 24 por 7 dedicado al trabajo.

La doctora Pili –Pilarica para otros– encendió las alarmas. Ella era una de las pocas personas a las que Guali escuchaba en cuestiones personales o de salud. Bueno, si uno no escucha a su propia hermana, ¿entonces a quién? La instrucción fue desconectarse, en principio, por lo menos una hora diaria. Reto complicado para un trabajomaniaco en tiempos en los que un aparato que cabe en el bolsillo permite acceder al mundo entero

Tras una larga negociación, finalmente lo convencieron de dejar, durante un periodo de 30 a 45 minutos, el teléfono inteligente. Y el televisor. Y la radio. Y los periódicos. Y las revistas. Comprobado,  permanecer en casa era inútil. Había que salir de ahí.

Entonces el señor Canelo entró al rescate. Cuando llegó era simplemente Canelo, pero los hijos de Pili le agregaron el “Señor“. Tuvo su momento de gloria, pero pasó lo inevitable: creció. Una cosa es el tierno cachorro y otra pasear –con bolsa plástica para atender necesidades- al perro grande. Además es medio gozque y no muy bonito.

Todo encajaba. Guali y Pili vivían cerca. El compromiso era que el primero dejaba en casa sus artefactos de comunicación, recogía al Señor Canelo y lo llevaba a su caminata nocturna. El resultado: un ritual diario de desconexión para la salud mental del consultor, y la solución a las salidas técnicas del can.

Las dos primeras noches el asunto funcionó. Pero la tercera, el destino puso enfrente a Doña Esneda, poseedora de un puesto de dulces que cerraba tarde y un celular que comercializaba por minutos. Y solo bastó una llamada de verificación con un cliente para que Guali encontrara la forma de hacer trampa.

Así que noche tras noche, mientras el señor Canelo y doña Esneda oyen, Guali discute, controvierte, recomienda, explica, soluciona y hace planteamientos empresariales a través del celular alquilado. Doña Esneda no entiende nada, y lo único que le importa es la jugosa paga que recibe por el uso del teléfono. Y el señor Canelo, por razones obvias, tampoco puede hacer mucho con esa información.

Pero nadie ha oído tanto como ellos, los primeros candidatos a un grado “Minutis Causa“ en consultoría económica.