Las dolencias de Paciente no lo van a matar, no le van a dejar secuelas permanentes ni señales visibles en su anatomía. Sin embargo, sí impactan sus rutinas diarias. A Paciente lo llamamos así para respetar su privacidad. También en reconocimiento a la cualidad que ha desarrollado mientras afronta las condiciones que conforman su historia clínica, es decir sus lesiones y enfermedades, con diversos orígenes, síntomas y tratamientos. Todas, sin embargo, coinciden en una consecuencia: lo ponen en cámara lenta. Bueno, más lenta, porque el paso de los años lleva incorporado un efecto desacelerador que el sujeto ya asimiló.
Van ejemplos. Hábitos alimenticios poco recomendables pero irracionalmente sabrosos terminaron reflejándose en el dedo gordo del pie. Gota: dolencia localizada y particularmente dolorosa. Eso sí, permite seguir una vida relativamente normal, con una condición. Evitar cualquier cosa lejanamente similar a un movimiento brusco. Para poner el pie afectado en el piso primero va la planta, y luego muy, pero muy, pero muuuuyyyy despacio el resto de la extremidad inferior.
Ahora imaginemos ese proceso cada vez que Paciente da un paso. Es más, imaginemos cuantos pasos debe dar para ir al baño. O a la cocina. O al comedor. Entendemos por qué lo llaman a desayunar cuando apenas se está calentando el agua para el café. Y por qué cuando llega le sirven de una vez las medias nueves y cordialmente le sugieren que espere… que espere de una vez el almuerzo.
Veamos otra situación. Paciente a veces se ve afectado por alguna dolencia y/o accidente que incrementa la sensibilidad de "aquella" parte del cuerpo. Sí, de aquella ubicada entre la espalda y las piernas que básicamente sirve para sentarse. El problema de sensibilidad a veces se ubica o extiende por áreas ubicadas en las cercanías que, sin ser puntos de apoyo, amplían cualquier molestia, no importa su origen.
Sin entrar en detalles clínicos, mientras se soluciona el problema Paciente acude a complejos operativos al posar su humanidad en una silla o sofá. Entra por un ladito, acomoda la mitad del susodicho primero y luego la otra mitad o utiliza manos y brazos en los apoya brazos a manera de grúa para garantizar un leeento y suave aterrizaje. Si eso sonó complicado, imagínense el mismo operativo pero a la inversa, cuando el verbo que se conjuga no es sentar sino parar. Y mientras tanto, el tiempo es lo único que corre.
Hablando de brazos, cuando algo afecta las extremidades superiores de Paciente él hace lo mismo de siempre, pero sin el más mínimo afán. Los amigos le escriben para averiguar cómo sigue. Él responde. Los chulitos azules de visto y el aviso de “escribiendo” lo demuestran. Pasan los segundos, los minutos, la hora se acerca peligrosamente. Finalmente llega la respuesta. Escrita letra a letra, con una larga pausa entre cada carácter: “Mejorando, gracias”.
La parsimonia obligada no siempre va ligada a condiciones que afectan partes específicas de la anatomía. Otra sintomatología se relaciona con excesos gastronómicos, cuando evitar movimientos bruscos es altamente recomendable, más si no hay un baño en zona de seguridad. También están los virus estacionales, científicamente clasificados en diversos nombres y categorías, pero unificados por la cultura popular bajo el genérico de gripa. En ese caso la lentitud es resultado de una condición que es como dolor pero... como mareo pero… como desequilibrio pero... como desaliento pero.. “pero doctor, es una maluquera muy verraca”.
El lector se preguntará por qué Paciente no recibe ayuda mientras supera la enfermedad o lesión de turno. El tipo no se deja ayudar, a todo dice yo puedo, y quiere actuar como liebre cuando está en modo tortuga.
Y es que si su nombre es Paciente, sus apellidos son Terco y Necio.
Y como ya vimos, Lento.