martes, 28 de marzo de 2017

El pantallazo

Sin demeritar a sus realizadores, ese programa no lo veía nadie.

No solo era su emisión a través del canal institucional, sino su desastroso horario - martes 11 p.m. - y la carencia de presupuesto para hacer una producción que llamara la atención de los televidentes.

Fue esa escasez desesperada de recursos la que llevó a la idea de entrevistar a algún profesional común y corriente, como si fuera una conversación de colega a colega, o de jefe a subalterno.

Eso implicaba un trabajo de uno o varios días, porque había que moverse en diferentes ambientes. Dicho de otra manera, necesitaba que la fuente fuera muy colaboradora, es decir, que fuera amiga. 

Así que la asistente de dirección le pidió a su novio, un ingeniero adusto, modesto y trabajador, que sirviera de conejillo de indias. Este aceptó por dos razones. Por amor y porque al fin y al cabo... ¡ese programa no lo veía nadie!

La cantidad de ridículos, desaciertos, torpezas y repeticiones que se produjeron en la grabación darían para un tomo en la historia universal del “chambonazo”. Dos semanas después el programa salió al aire, precisamente en la fecha en que se vencía un contrato que nunca fue renovado. Es decir, que también salió del aire. Pero el daño... ya estaba hecho.

Esa noche el ingeniero recibió cuatro llamadas telefónicas, y durante el mes siguiente tuvo que soportar desde comentarios inocentes hasta bromas pesadas, pasando por la inevitable comparación irónica con el actor de moda, el animador estrella y, como no, Amparo Grisales; y el escándalo callejero de un compañero que empezó a gritarle en plena calle: “¡Yo lo vi en televisión, yo lo vi en televisión!”

Su entrevista se volvió punto de referencia en la oficina donde la historia laboral se dividió en antes y después del “pantallazo”. Su jefe, quien nunca lo había tenido en especial estima, iniciaba cualquier petición con la frase “si su trabajo en televisión le deja tiempo...”

Se encontraba con un ex compañero de colegio, al que llevaba 10 años sin ver y la conversación siempre comenzaba con ...”yo lo vi que día en un programa”.

Lo presentaban a algún desconocido y este se quedaba mirándolo hasta que soltaba la inevitable pregunta “oiga, ¡usted no es el que salió una vez en...?”

Y el ingeniero, sonrojado, molesto y resignado solo atinaba a responder.

“Sí, pero esa vaina no la veía nadie”.