Aunque el plomero que llegó a las 7 de la mañana a
reparar el baño de la habitación lo miró con picardía, le pidió disculpas por
interrumpir y anunció su retorno para otro día en que el doctor no estuviera
“tan bien acompañado”, la razón por la cual La Mona estaba en la cama de Tadeo
era absolutamente inocente.
Como Catalina, la novia de Tadeo -mujer celosa y muy
posesiva- estaba en vacaciones, este
había conjurado su desprograme con unos tragos entre compañeros. Poco a poco el
grupo se redujo a cuatro personas: el Pote, Tadeo, la Mona y Villegas.
En circunstancias normales, el Pote transportaba a la Mona,
pues eran vecinos de una lejana urbanización. Pero realmente el consumo etílico
había traspasado los límites de la prudencia, así que Villegas se apoderó de
las llaves y acordaron con el dueño del negocio dejar al Pote en recuperación en
un sofá.
Los tres sobrevivientes de la rumba se fueron a terminarla
al apartamento de Tadeo. Allí el consumo alcohólico minó la resistencia de La
Mona, quien se quedó dormida. El dueño de casa la tomó en su brazos, la acostó
en su cama, despidió a Villegas y se fue a dormir, - importante precisión - al sofá. Mañana, o en un par
de horas, pues ya estaba amaneciendo, sería otro día.
Claro que cuando los padres de Tadeo decidieron hacerle una
visita sorpresa a su hijo después de asistir, como siempre, a la misa de 7,
ellos no sabían eso, por lo que a doña Tulia se le subió la tensión y el viejo
Mateo, monógamo por convicción, apenas anunció un después hablamos mientras
ponía cara de absoluto escepticismo al “eso no es lo que parece” de su hijo.
Este, muy a las ocho de la mañana se había despertado,
recordando que en su cama estaba cierta Mona que entre otras características,
era la feliz poseedora de un sueño de piedra. Ni las palabras, ni los
movimientos, ni el agua lograron despertarla. El obligado anfitrión quería
recuperar su lecho, pero se dio cuenta de que solo podía esperar.
Así que después de que sus padres se fueron, se colocó una
sudadera, organizó el desorden de la noche anterior y salió a buscar desayuno,
Lo que no sabía era que alguien había decidido darle una
sorpresa y regresar anticipadamente de vacaciones. Y que ese alguien era la
única persona autorizada por él para ingresar al apartamento en su ausencia,
porque, como cualquier pareja moderna, tenía llaves.
Catalina, su posesiva y celosa novia.