jueves, 6 de octubre de 2016

En la cama con la Mona

Aunque el plomero que llegó a las 7 de la mañana a reparar el baño de la habitación lo miró con picardía, le pidió disculpas por interrumpir y anunció su retorno para otro día en que el doctor no estuviera “tan bien acompañado”, la razón por la cual La Mona estaba en la cama de Tadeo era absolutamente inocente.

Como Catalina, la novia de Tadeo -mujer celosa y muy posesiva-  estaba en vacaciones, este había conjurado su desprograme con unos tragos entre compañeros. Poco a poco el grupo se redujo a cuatro personas: el Pote, Tadeo, la Mona y Villegas.

En circunstancias normales, el Pote transportaba a la Mona, pues eran vecinos de una lejana urbanización. Pero realmente el consumo etílico había traspasado los límites de la prudencia, así que Villegas se apoderó de las llaves y acordaron con el dueño del negocio dejar al Pote en recuperación en un sofá.

Los tres sobrevivientes de la rumba se fueron a terminarla al apartamento de Tadeo. Allí el consumo alcohólico minó la resistencia de La Mona, quien se quedó dormida. El dueño de casa la tomó en su brazos, la acostó en su cama, despidió a Villegas y se fue a dormir, - importante precisión -  al sofá. Mañana, o en un par de horas, pues ya estaba amaneciendo, sería otro día.

Claro que cuando los padres de Tadeo decidieron hacerle una visita sorpresa a su hijo después de asistir, como siempre, a la misa de 7, ellos no sabían eso, por lo que a doña Tulia se le subió la tensión y el viejo Mateo, monógamo por convicción, apenas anunció un después hablamos mientras ponía cara de absoluto escepticismo al “eso no es lo que parece” de su hijo.

Este, muy a las ocho de la mañana se había despertado, recordando que en su cama estaba cierta Mona que entre otras características, era la feliz poseedora de un sueño de piedra. Ni las palabras, ni los movimientos, ni el agua lograron despertarla. El obligado anfitrión quería recuperar su lecho, pero se dio cuenta de que solo podía esperar.

Así que después de que sus padres se fueron, se colocó una sudadera, organizó el desorden de la noche anterior y salió a buscar desayuno,

Lo que no sabía era que alguien había decidido darle una sorpresa y regresar anticipadamente de vacaciones. Y que ese alguien era la única persona autorizada por él para ingresar al apartamento en su ausencia, porque, como cualquier pareja moderna, tenía llaves.

Catalina, su posesiva y celosa novia.