Normalmente es mujer. Pese a los enormes avances feministas, existen roles claramente determinados para los sexos. Los hombres destapan frascos. Las mujeres organizan cumpleaños en el trabajo.
Ella viene de una familia en la que cada cumpleaños era una fecha “superespecial” con ponqué, vino, regalos, y hasta baile. Por eso cree firmemente que a la gente le gusta celebrar cumpleaños propios y ajenos, y, por tanto, la gente colaborará con la celebración de los cumpleaños ajenos para garantizar la celebración del propio.
Además, es sencillo. Una pequeña cuota para ponqué, vino barato, gaseosa, tarjeta y algún detalle. Una pausa de 15 minutos durante el día, o 20 al finalizar la jornada. Se canta el Happy Birthday, se reparte el ponqué, se departe un rato y ya. ¿Sencillo? No. Heroico.
Comencemos por la cuota. La primera se da con gusto, la segunda con resignación, la tercera con rabia y a partir de la cuarta se desarrollan mecanismos de defensa, que van desde “no tengo plata hasta “le voy a decir la verdad, a mí ese (o esa) me cae mal”.
Cualquier ser racional se rendiría, pero los organizadores de cumpleaños no son seres racionales. Así que de alguna forma logran financiar, por lo menos, un ponqué y dos gaseosas litro. Viene la segunda parte. Reunir a la gente.
¿Ha oído el refrán de que es más fácil cuadrar 15 micos para una foto? Súmele otros cinco micos y seguirá siendo más fácil.
Primero lo primero, y ese es el problema, nadie quiere ser el primero. La organizadora insinúa, ruega, ordena y finalmente agarra alguno y lo arrastra a la mesa de juntas. Al rato el jefe se compadece y se integra. Graneaditos y con desgano, van llegando los demás.
Ahí están, pensando en el trabajo atrasado, en la labor interrumpida, o en citas a punto de incumplirse. Sus mentes divagan mientras entonan un destemplado Happy Birthday, reciben una transparente tajada de ponqué o saborean el insípido vino en vaso de plástico.
Poco a poco se irán escapando, hasta que sólo queden tres protagonistas en escena. El festejado pendiente de los restos de ponqué y vino; el vago, que nunca hace nada, así que puede quedarse todo el tiempo del mundo y....
Y un tercer protagonista que, contra toda evidencia, siente que ha cumplido y piensa en la próxima celebración.
Ella, la organizadora.