jueves, 12 de mayo de 2016

Nestor, el gasolinero


Las vacaciones de Néstor habían entrado ya en la recta final. Como el dinero disponible prohibía los aviones, iban a ser casi 24 horas en bus para retornar a su casa en el interior.

Por eso, cuando el viajero se enteró de que la prima segunda del hermano de la novia del viejo Miguel iba a viajar por tierra y necesitaba acompañante, las instintos "gasolineros" se alborotaron de inmediato. Sin pedir mayores detalles, se matriculó de copiloto.

Ocho de la mañana. Néstor acaba de cumplir su segunda hora parado en plena calle. El sol quema, y la prima no aparece por ninguna parte. De repente, una dama de 40 años (a 2 kilos el año) surge al timón de un flamante Renault 4.

Después de las disculpas de rigor, la prima segunda del hermano de la novia del viejo Miguel acomoda el equipaje del pasajero. Este, automáticamente, al subir intenta abrir una ventana... “¡No!”

Néstor suelta la manija como si fuera un corrientazo.

- “Disculpa, pero es que tengo una enfermedad en los bronquios y no puedo recibir vientos fuertes pero no te preocupes, el aire acondicionado funciona después de un rato.”

El rato duró tres horas. en las que Néstor  sudó como gallina en sauna, tras de las cuales el aire por fin empezó a funcionar. Inicialmente era una corriente fría que se colaba por la rendija, poco a poco se fue tibiando y de repente se convirtió en... humo.

El incendio fue rápidamente apagado por la chaqueta nueva del acompañante, prenda comprada especialmente para su retorno a tierra fría. Una vez se disipó el humo el daño no parecía tan grave. Claro que la prima no sabia nada de mecánica, y el pasajero en cambio... tampoco

Ahí estaban, varados en una carretera en medio de nada. Y entonces apareció el camionero que sugirió la posibilidad de llevar el carro empujado hasta donde Julio, el mecánico

Tres horas después  un agotado Néstor lograba llegar al montallantas de Julio. En honor a la verdad el camionero, que habló de tres, sólo se había descachado en dos kilómetros, porque eran cinco. Claro que no precisó que el último era en subida.

Don Julio, negro de grasa y tierra, canoso y con un pucho en la boca levantó la tapa del motor, metió la mano, movió dos o tres clavijas y sentencio: "Está quemado". Cuando Néstor le hizo caer en cuenta que eso ya lo sabían, don Julio agregó en tono profundo: "fue una chispa, traigan a Matías".

Matías era el mecánico del pueblo siguiente, a 40 kilómetros de distancia. El copiloto fue designado mensajero y en una chiva de sillas de madera llegó en “solo” hora y media. Después de gastarle al experto tres tandas de chicha amarilla y consumir otro tanto, logró convencerlo de trabajar en su día libre.

Matías insistió en que regresaran en su carro, un Plymouth 58  remodelado que "solo” demoró 1 hora y 15 minutos. Al llegar (ya siendo las seis de la tarde), Matías declaró que estaba muy oscuro, y hubo que darle cuatro cervezas para que le volvieran las luces.

A las ocho de la noche vino la sentencia. Un corto total en el sistema eléctrico, no había repuestos a la mano, y había que ordenarlos a la ciudad.

A las 11 de la noche la prima se decidió, dejaría el carro y llamaría a su hermano a la costa para que la recogiera. A las dos de la mañana el cansancio pudo más que el calor y ambos (prima y Nestor) se quedaron dormidos en el carro.

A las tres de la mañana el hermano de la prima la recogió y juntos iniciaron el retorno a la ciudad. 

Ella estaba tan agotada que sólo al otro día recordó que había olvidado una cosa en el carro.

A Nestor, el gasolinero.