Las vacaciones de Néstor habían
entrado ya en la recta final. Como el dinero disponible prohibía los aviones,
iban a ser casi 24 horas en bus para retornar a su casa en el interior.
Por eso, cuando el viajero se enteró de
que la prima segunda del hermano de la novia del viejo Miguel iba a viajar por
tierra y necesitaba acompañante, las instintos "gasolineros" se
alborotaron de inmediato. Sin pedir mayores detalles, se matriculó de copiloto.
Ocho de la mañana. Néstor acaba de
cumplir su segunda hora parado en plena calle. El sol quema, y la prima no
aparece por ninguna parte. De repente, una dama de 40 años (a 2 kilos el año)
surge al timón de un flamante Renault 4.
Después de las disculpas de rigor,
la prima segunda del hermano de la novia del viejo Miguel acomoda el equipaje
del pasajero. Este, automáticamente, al subir intenta abrir una ventana...
“¡No!”
Néstor suelta la manija como si
fuera un corrientazo.
- “Disculpa, pero es que tengo una
enfermedad en los bronquios y no puedo recibir vientos fuertes pero no te
preocupes, el aire acondicionado funciona después de un rato.”
El rato duró tres horas. en las que
Néstor sudó como gallina en sauna, tras
de las cuales el aire por fin empezó a funcionar. Inicialmente era una
corriente fría que se colaba por la rendija, poco a poco se fue tibiando y de
repente se convirtió en... humo.
El incendio fue rápidamente apagado
por la chaqueta nueva del acompañante, prenda comprada especialmente para su retorno a
tierra fría. Una vez se disipó el humo el daño no parecía tan grave. Claro que
la prima no sabia nada de mecánica, y el pasajero en cambio... tampoco
Ahí estaban, varados en una
carretera en medio de nada. Y entonces apareció el camionero que sugirió la
posibilidad de llevar el carro empujado hasta donde Julio, el mecánico
Tres horas después un agotado Néstor lograba llegar al
montallantas de Julio. En honor a la verdad el camionero, que habló de tres,
sólo se había descachado en dos kilómetros, porque eran cinco. Claro que no
precisó que el último era en subida.
Don Julio, negro de grasa y tierra,
canoso y con un pucho en la boca levantó la tapa del motor, metió la mano,
movió dos o tres clavijas y sentencio: "Está quemado". Cuando Néstor le
hizo caer en cuenta que eso ya lo sabían, don Julio agregó en tono profundo:
"fue una chispa, traigan a Matías".
Matías era el mecánico del pueblo
siguiente, a 40 kilómetros de distancia. El copiloto fue designado mensajero y en
una chiva de sillas de madera llegó en “solo” hora y media. Después de gastarle
al experto tres tandas de chicha amarilla y consumir otro tanto, logró
convencerlo de trabajar en su día libre.
Matías insistió en que regresaran en
su carro, un Plymouth 58 remodelado
que "solo” demoró 1 hora y 15 minutos. Al llegar (ya siendo las seis de la
tarde), Matías declaró que estaba muy oscuro, y hubo que darle cuatro cervezas
para que le volvieran las luces.
A
las ocho de la noche vino la sentencia. Un corto total en el sistema eléctrico,
no había repuestos a la mano, y había que ordenarlos a la ciudad.
A las 11 de la noche la prima se
decidió, dejaría el carro y llamaría a su hermano a la costa para que la
recogiera. A las dos de la mañana el cansancio pudo más que el calor y ambos
(prima y Nestor) se quedaron dormidos en el carro.
A las tres de la mañana el hermano
de la prima la recogió y juntos iniciaron el retorno a la ciudad.
Ella estaba
tan agotada que sólo al otro día recordó que había olvidado una cosa en el
carro.
A Nestor, el gasolinero.
A Nestor, el gasolinero.