…en serio
Y cansado de tener que pelear cada dos meses con tesorería para que giraran el cheque del acueducto, el director de mantenimiento y servicios generales agendó una cita con el gerente. Con su habitual meticulosidad le presentó cinco propuestas diferentes para optimizar el consumo de agua en la fábrica, cada una debidamente sustentada en cifras que mostraban la recuperación de la inversión en el mediano plazo.
El gerente puso esa cara por todos conocida donde decía que esa inversión tenía más pinta de gasto. El director ya venía preparado y le vendió la idea de la prueba piloto en los baños que utilizaba el personal. De todas formas ya Secretaría de Salud les había puesto plazo para hacer ajustes en estas y otras áreas comunes, así que se despachaban tres, perdón, dos problemas en un solo viaje.
El tres fue una traición del subconsciente porque el director tenía intereses más allá de lo laboral con la recién enganchada profesional de sostenibilidad. De manera que no solo era vender un ahorro económico sino un compromiso con el planeta y, de pasada, la imagen de alguien que se preocupaba por el entorno para quien, léase profesional de sostenibilidad, estuviera interesada en comprarla.
Así que toda la grifería se cambió por su versión ahorradora y los sanitarios innovaron el tradicional sistema con uno basado en sensores, que de acuerdo con la presencia o ausencia del usuario activaba la descarga controlada de agua.
Eso decía la teoría.
Primero fueron los encargados de asear los baños, quienes evidenciaron que no siempre las descargas se realizaban de forma automática. Vino el personal de la empresa instaladora, e hizo los ajustes pertinentes. Y no hubo más reclamos hasta cuando el propio director, en misión no oficial, hizo uso de las instalaciones para descubrir que las descargas en automático funcionaban, pero mucho.
Es decir, que durante el proceso el más mínimo movimiento de parte del usuario activaba el sistema. Una encuesta entre caballeros confirmó que no era el único caso, Y aunque la parte profiláctica del asunto estaba por fuera de cualquier discusión, la mente del director anticipó un apocalíptico aumento en el consumo del agua, un gerente doblemente molesto por el doble gasto y la necesidad de tomar y justificar medidas poco sostenibles ante la profesional de sostenibilidad.
Nuevamente llamaron al personal de la empresa instaladora. Y este, -con todas las ropas en su sitio, se aclara- replicó el proceso de sentarse y levantarse. Con precisión de relojero, cada uno de los sanitarios respondió con una sola descarga de agua en el momento indicado.
Era la sentada del técnico contra la palabra de los usuarios permanentes. Y entonces fue cuando este planteó la solución. Solución que, ni en ese momento, ni ahora, ni después nadie ha sido capaz de aplicar, porque elevó a categoría de conocimiento especializado lo que hasta ese día era una simple flexión de rodillas y acomodar la parte anatómica correspondiente
“Mire doctor, lo que pasa es que aquí la gente no sabe sentarse”.