Es 29 de junio y son casi las 11 de la noche. Acabo de ver, como por quinta vez, a un cojo hacer un gol. No en un evento paralímpico. En un partido de fútbol profesional. Esto, sencillamente no debió haber ocurrido.
Es más, el equipo del cojo no debería estar ahí. A lo largo del semestre se dieron todas las circunstancias para que no jugara ese encuentro. Como la lista es larga toca limitarse a hechos clave. Primero: echaron a su técnico y pusieron un provisional. “Interino”, que llaman. Y tapando el hueco mientras conseguían uno de verdad, este personaje logró que el plantel sumara buenos puntos.
Cuando llegó el encargado en propiedad la racha ganadora terminó. Hasta poco antes de concluir la primera fase del campeonato jugadores e hinchas tenían un ojo en el juego y otra en la calculadora. Si no hubiera sido por lo que hizo el tapahuecos, los números no habrían alcanzado. Eso, sumado a la forma como jugaba evidenciaban un hecho, ese equipo no debía entrar a la siguiente fase. Pero de alguna manera le alcanzó.
Y como toda situación, por mala que esté, puede ponerse peor, dos jugadores de ese equipo pelearon entre ellos en uno de los pocos partidos que ganaron de forma contundente. Y cuando ya estaban clasificados, en la última fecha, un rival ya eliminado los goleó. A los suplentes, pero goleada es goleada. Aún así, lograron ingresar a la ronda siguiente, pero no había razones para que pasarán de ahí.
El asunto arrancó con lógica. Primer partido, de local, perdido. Luego venían dos de visitante, de esos en los que, por mucho, se podía aspirar a un empate. No debió ganar ni uno, pero ganó los dos, uno de ellos con un gol en el último minuto desde su propia cancha. ¿Será que pese a todo, se puede? No, lo siguiente fue perder otro partido de local.
En la última fecha su rival solo tenía que empatar para ser finalista. En todos los criterios era superior. Ese día debieron eliminar al equipo del cojo. No podía vencer. Pero lo hizo.
Repaso rápido. El equipo de los tres técnicos, de la pelea pública entre ellos mismos, del técnico tapahuecos, del técnico oficial que casi no gana, de las derrotas de local en la semifinal se metió de finalista.
Y en la instancia definitiva, en el primer partido de dos, de local, empató y, hay que decirlo, pudo perder. Seguía otro, de visitante, en una ciudad donde el futbol es religión. Y contra un rival que era mejor. Y pasó lo que tenia que pasar, el equipo local anotó el primer gol.
Con todo y eso los del cojo hicieron un gol que empataba el partido y, de pasadita, la serie. Entonces vino la otra desgracia, El jugador más destacado de este equipo, su goleador, se lesionó. Quedó cojo. Sí, ese es el cojo al que nos referíamos desde un principio.
Además, el técnico había hecho un cambio ingresando a otro jugador que no había tenido buen desempeño en el partido anterior pero en cambio, en otros partidos, tampoco. Llamémoslo el calvo.
El cojo decidió hacer un último esfuerzo antes del cambio obligatorio por su lesión. Cojeando recibió un balón que como pudo le pasó al calvo. Ese que venía jugando mal corrió y a punta de fuerza, habilidad y velocidad entró al área donde le hizo un pase a su compañero que venía cojeando, rezagado, y…
Como es evidente que nadie en este equipo entiende aquello de la lógica, el deber ser de las cosas, las relaciones causa- efecto y como deben desarrollarse los hechos a partir de circunstancia objetivas, el cojo hizo un último esfuerzo con su pierna lesionada y anotó gol.
No cualquier gol. El gol definitivo. En una final. El que le dio el triunfo a su equipo. Y de visitante. Y gracias a esa paradoja un onceno que no debería haber disputado la final, es el campeón.
El autor de las Amilcaradas ha sido hincha toda su vida de un club deportivo con camiseta roja que juega en Bogotá. Eso traduce en derrotas, fracasos, frustraciones, ilusiones perdidas, y demás historias tristes durante múltiples momentos de su existencia, reciente y pasada, con algunas excepciones.
Por eso no podía dejar pasar este hecho para abusar de la paciencia de sus lectores con esta pequeña historia que explica porque el fútbol es algo que va más allá de la lógica.
Tal vez no sea un milagro, pero se le parece bastante.
Contra toda expectativa, Independiente Santafé es campeón del primer torneo de 2025. Décima estrella.