“¡Más!¡Más!¡MÁS!” gritaba ella mientras
agitaba los brazos y mantenía los ojos fijos en la pareja. Mientras, su mente
trataba de lograr la unión perfecta entre… el carro y el espacio de parqueo.
Que pena si se ilusionaron, No es aquello. A
manera de test para medir hasta donde puede llegar una imaginación
excesivamente creativa, sigamos con otras frases que, definitivamente,
significan algo diferente según el sitio donde se pronuncien.
“Ahora por
la boca” ordenó el hombre mientras movía el estetoscopio sobre la espalda del
interlocutor, como hacen los médicos mientras auscultan sus pacientes con
instrucciones claras sobre como aspirar y espirar
“¡Mmmmmmmmmmmmm!” expresó el
empleado/estudiante/pareja cuestionado por su jefe/profesor/pareja sobre algún
tema cuya respuesta ignoraba o, peor, conocía pero no era conveniente divulgar.
“¡Echemos el otro!”, exclamó tras ese momento
culminante donde todos los factores involucrados alcanzaron su punto de
perfección, y el cocinero consideró que la mezcla en la estufa había alcanzado
la temperatura, olor y consistencia adecuada para la siguiente tanda de
ingredientes.
“Por ahí no”, advirtió en tono firme la
pasajera al conductor para que no tomara la vía equivocada.
“¡Aaaaaaaaaaaaa!” gritó desde la silla, con la
boca abierta, la joven mientras el instrumento de madera introducido… por el
otorrinolaringólogo le bajaba la lengua –al fin y al cabo se llama baja
lenguas-.
“¿Ya me la sacó?” fue la pregunta de la mujer
sudorosa, nerviosa y asustada para el profesional de la odontología durante su
exodoncia.
“Métala despacio y muévala suavemente” le
explicó el cerrajero a su cliente frente a una chapa excesivamente
temperamental.
“¿Quieres que te lo caliente?”, el almuerzo,
por supuesto.
“¡Falta lubricación!” señaló el mecánico ante
el chirrido constante de la máquina.
“Solo la puntita” instruyó la decoradora al
maestro sobre como taladrar los agujeros para colgar cuadros livianos.
“Probemos a meterla por detrás” manifestó tras
varios intentos infructuosos con los puertos delanteros de la vieja CPU el
ingeniero que intentaba conectar la
USB.
“¿Me va a doler?” consultó, con las nalgas
descubiertas y recostado boca abajo mientras
la enfermera preparaba la inyección.