Tengo que agradecerle a las empresas que manejan los buses de Transmilenio. Gracias a ellos me casé.
La verdad no tengo mucha plata. Y necesitaba un sitio donde tuviera suficiente tiempo para hablar con mi novia y hacerle la propuesta que sabemos. No esa, la seria, la que tiene implicaciones hasta que la muerte nos separe.
Un amigo me dio la idea: “Llévela un paradero de Transmilenio”. Y no es porque algunas estaciones del sistema de transporte parecen un restaurante campestre. Cuentan con seguridad, amplias zonas verdes y bancas. Son lugares verdaderamente acogedores e invitan a la conversación.
Claro, decirle a la novia “¿Vamos a Transmilenio?” no suena muy romántico.
Pero hay trampa. El truco consiste en hacerle creer a la dama que se trata de un paso temporal, que solo vamos a ir tomar el bus.
Así lo hice y pasó lo que tenía que pasar. Segundos, minutos, más minutos y de aquello nada. El bus no aparecía. Entonces como había que hacer algo para pasar el rato, empezamos a hablar, primero de temas intrascendentes... y el bus no aparecía.
Luego entramos en una conversación más íntima... y el bus no aparecía.
Finalmente logramos un mágico momento de intimidad pese a lo congestionado del lugar y me atreví a pedir su mano... y el bus no aparecía
Ella me dijo que si, y el bus no aparecía. Finalmente apareció y la que entró a la estación como mi novia se subió al Transmilenio como mi prometida.
Dos meses después ella me acompañó al altar y hoy en día tenemos un futuro por delante que incluye un pequeño traviesos, al que de común acuerdo bautizamos T... Tomás. ¿Qué pensaban?
Si las empresas que manejan y despachan los buses los hubieran mandado más seguidos, yo nunca hubiera tenido suficiente tiempo para hacer realidad mi historia de amor.
Mi amigo -y mi propia experiencia- me dicen que las cosas han cambiado, aunque a veces se siente una que otra demora. Supongo que finalmente primó el criterio de muchas personas que tienen afán y prefieren menos tiempo para el romance, y más buses en las vías del sistema.