martes, 8 de diciembre de 2015
El otro "mouse"
El acta por medio de la cual se protocolizaba el mejor negocio del año reposaba en el mismo escritorio donde Abelardo, eficiente secretario general, la había dejado la noche anterior. Pero en el parágrafo del artículo 7, que fijaba las condiciones del traspaso; en el artículo 11, que establecía las obligaciones comunes a las partes, y en el inciso j del artículo 15 - la cláusula de seguridad - habían metido la pata.
No se trataba de un error mecanográfico, un exabrupto jurídico o una redacción cuestionable. No. Era, literalmente, la presencia sucesiva de pequeñas huellas, señal inequívoca de que, tras una pequeña ausencia, el pequeño destructor había vuelto. El mismo pequeño ratón que siempre se las ingeniaba para ser un gran problema.
El conflicto entre este roedor de oficina y Abelardo era algo personal. En su primera aparición había entrado al computador del eficiente Secretario General, haciendo desaparecer de manera igualmente eficiente el trabajo de seis años. Luego había desarrollado un especial gusto por el papel viejo, llenando de pequeños mordiscos el archivo de la Secretaría.
Un día descubrió alguna manera de ingresar al cajón donde Abelardo almacenaba los mojicones que llevaba al trabajo para mojar el café, dejando marcas de pequeños dientes como testimonio en esas harinas que pasaron directo de la bolsa a la basura.
Como hombre que no rehuía a los retos, el Secretario General lo intentó todo, desde trampas en el archivador hasta mojicones con pesticida. Pero lo único que logró fue una secretaria con el dedo fracturado mientras buscaba una carpeta, y un perro de celador intoxicado por andar hurgando la basura.
Decidido a librar la batalla final, Abelardo buscó en el directorio a los exterminadores de plagas de la ciudad. Hombre meticuloso, se sentó frente a su ahora enrejado computador. Allí redactó un detallado informe, lo imprimió y se dirigió a la fotocopiadora, para producir las copias que entregaría a cada especialista, con el fin de definir la mejor propuesta para acabar de una vez con la pequeña gran plaga.
Pero algo pasó al interior de la máquina, porque apenas sacó una copia antes de escucharse un ruido en su interior y paralizarse misteriosamente, mientras una pequeña sombra se alejaba.
En el papel, la ovoide figura rematada en una fina y larga cola le mostraba al secretario general que el ratón no solo había vuelto.
También había aprendido a entrar a la fotocopiadora.
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