miércoles, 8 de marzo de 2023

El puchero del silencio


Un silencio de esos que todos escuchan se apoderó, en círculos concéntricos, de la reunión familiar. Primero, en el grupo donde se produjo la sacrílega afirmación. Súmele los que estaban cerca y oyeron suficiente para reaccionar. Otros no oyeron, pero fueron informados por el rumor que en segundos copó la estancia. Y todos, absolutamente todos, dejaron de emitir sonidos y centraron su mirada en el mismo personaje.

La mayoría expresaba estupefacción y desconcierto. Otros reflejaban algo de miedo. No faltaban, aunque minoritariamente, los rasgos de rabia. Tampoco la sonrisa, honesta y divertida, en plan de conmiseración. No lo entendían, no le temían, pero tampoco lo odiaban. Simplemente le tenían lástima.

A todas estas Alejandro – viejo conocido de las Amilcaradas – siguió devorando su ración de puchero bogotano, a sabiendas de que – nuevamente – había sido derrotado, aplastado y triturado por muenda. Fiel a su estilo confió en que pronto dejaría de ser el centro de atención, como en efecto pasó. 

Comenzó como un leve murmullo, con tono dramático o por lo menos algo de fastidio.  Pero a medida que la ola se extendía se impuso una actitud más bien risueña. Fueron algunas sonrisas que evolucionaron a risa e, incluso, a carcajadas. La reunión familiar motivo grado retomó sus rutinas con varios temas, aunque el predominante siguió siendo ese, ese que había generado la pequeña tragedia del puchero bogotano.

Las opiniones iban y venían. En tiempos de tecnología se reforzaban con intercambio de memes y, al haber conflicto de por medio, era inevitable que la mayoría de los interlocutores tomaran partido por una de las partes, algunos y algunas con evidente apasionamiento.

Alejandro había llegado un poco tarde, cuando ya se habían formado los diferentes grupos de conversación típicos de una reunión sin baile. Los viejos, los jóvenes, las mujeres, los hombres, las tías comunicativas, los adolescentes malencarados del rincón y el equipo de cocina que daba los últimos toques al puchero… todos hablaban de lo mismo.

Mientras no hubo almuerzo, Alejandro logró mantenerse en un margen de seguridad. Pero ya con el puchero en la mano fue necesario ubicarse en un punto fijo adonde llegaron el suegro libertino, dos primas risueñas, la tía recién jubilada y el tío conferencista. Precisamente, fue este ultimo quien le planteó el tema. 

- Y.. ¿qué piensas de la canción, Alejo?

- ¿Cuál canción tío?

- Como que cuál mijo, la de Shakira donde le da garrote a Piqué.

(Silencio mientras Alejandro trata de ubicar a los personajes).

- Shakira, la cantante, Piqué el futbolista (dice el tío con el mismo tono pedagógico de sus conferencias).

Alejandro piensa un momento mientras degusta una costilla sudada hasta que responde – Creo que no.

En ese momento el suegro, las primas, y la tía recién jubilada centran su atención en el personaje. El suegro dispara – Pero Alejandro, usted en qué mundo vive, todo el mundo habla de eso.

Y sin ninguna maledicencia pero con algo, mucho de inocencia, Alejandro responde – Pues a mí esa vaina de cantantes y futbolistas no me importa.

A partir de ese momento, un silencio de esos que todos escuchan se apoderó, en círculos concéntricos, de la reunión familiar.