martes, 2 de agosto de 2016

Las galletas están en el… ¿qué?


El nieto pertenece a la rama internacional de la familia. Nombre elegante para los que se fueron a otro país a ejercer el verbo rebuscar, cansados de conjugar localmente el verbo aguantar. El representante de la tercera generación anda ahora en la tierra de sus antepasados en el eterno plan del pariente extranjero. Visitas, visitas y más visitas.

Donde hay nieto hay abuelos. O abuela, en este caso. Abuela de las de antes, con canas, arrugas y demás signos evidentes de los años, que suman bastantes. Porque en la  familia de esta historia los hijos crecieron, organizaron sus vidas, se casaron y después se reprodujeron. Esquema opuesto a la tendencia de algunos a reproducirse primero y después hacer todo lo demás. Lo que genera abuelos con pinta de papás. O de hermanos mayores. Pero eso es otra historia.

El original e inspiración de la presente
La abuela recibe al nieto. Como buena abuela, tiene clara la prioridad. Alimentarlo. Así que el muchacho no ha acabado de entrar cuando le disparan la primera propuesta: “Qué se come, mijo”. Viene la respuesta cortés: “Tranquila abuela, no se moleste”. La matrona no se rinde tan fácil; “Pero cómase algo mijo”. El  diagnóstico: “Lo veo como flaco”. La referencia transnacional: “Aproveche que por acá comemos cosas ricas”, y la rendición: “Está  bien abuela, le recibo alguna cosita pero poquito, porque acabo de almorzar”.

La veterana, con dificultades de movilidad derivadas de su sobredosis de años, invita al nieto al autoservicio. Palabras textuales “Tengo unas galletas en el sanitario. Sáquelas”.

Afortunadamente para el perplejo joven, en ese momento suena el teléfono. La abuela atiende la llamada.  Entretanto, toda la literatura científica, los documentales televisivos, artículos de revista de sala de espera e información en línea sobre demencia senil, alzheimer y demás efectos mentales de tercera edad piden pista en el cerebro del visitante.  Desconcertado, asustado y más cosas terminadas en ado, diseña una estrategia.

Apenas la anciana cuelga, comienza a bombardearla con preguntas sobre tíos, primos y demás parientes comunes incluyendo sus propios antepasados. Encantada ante la oportunidad de hablar sobre su tema favorito –la familia- La abuela se explaya y olvida sus ofertas comestibles. El tiempo pasa hasta cuando llegan más visitas. Su tía (la del nieto, o sea una hija de la abuela), con otros parientes.

La coyuntura es aprovechada por el nieto para disparar las alarmas. Apenas puede se lleva a la tía a otro lugar de la casa y en tono confidencial y preocupado le advierte sobre la manía de su abuela. Guardar comida en el baño. Y en el peor sitio posible. No se limita a reseñar el hecho sino que lo analiza. Peligros para  la salud, posibles infecciones, síntomas de comportamientos irracionales y… “oiga tía, de que se ríe”.

La interpelada toma por el brazo al joven y lo lleva al cuarto de la abuela. Señala hacia un rincón donde hay una papelera de diseño innovador. Tiene dos piezas. Un sistema de pedal para abrirla y una forma que evoca el mueble principal del cuarto de baño. Cuando se la regalaron a la abuela para que guardara las golosinas que le gustaba mantener en su cuarto, ella se quedó mirándola y sentenció, en tono divertido, “eso parece un sanitario”.

Y de ahí en adelante y por toda la eternidad ese fue el nombre oficial del recipiente de las galguerìas “El sanitario”.