Ex Potecito optó por la ingeniería mecánica, lo que al paso de los años lo convirtió en autoridad mundial en ciertas máquinas que no vienen al caso, pero cuya instalación, revisión y mantenimiento le han permitido recorrer casi todo el planeta. También le han servido para acumular fotos de viajes, primero con rollos y revelados, después con cámara electrónica y últimamente con su teléfono.
Él, por supuesto, se mueve en redes sociales con su amplio grupo de contactos profesionales, además de interactuar con los sitios web especializados. La web es, básicamente, herramienta de trabajo. Hasta que alguien le sugirió. “Oiga, usted con todas esas fotos que tiene del mundo podría ser un influencer”.
Riveros picó el anzuelo y procedió en consecuencia. Cuentas en las redes claves para estos asuntos, una cuidadosa selección de las mejores fotos para empezar, la mentira de “a mí no me importa cuanto seguidores tenga” y finalmente, el verbo publicar, debidamente aplaudido por familiares y amigos.
Familiares y amigos que, poco a poco, fueron cediendo en su entusiasmo, lo que se reflejó en una crónica escasez de likes, me gustas, corazoncitos, caritas felices y demás indicadores de que alguien (quien sea, por favor) estaba interesado en las habilidades fotográficas del Pote.
Por eso cuando la revisión rutinaria tras alguna publicación mostró un corazoncito el departamento de buenas noticias se alborotó. Más cuando, por primera vez, la expresión de aprobación venía de un desconocido. O mejor, de una desconocida.
Fingiendo que no le daba mayor importancia, el aspirante a influencer hizo lo que cualquiera hace en redes cuando alguien le parece interesante. Entró a la cuenta de su admiradora, donde descubrió (él lo interpretó así) que era una joven pobre quien coincidía con el ingeniero en el poco tiempo que llevaban en las redes.
Lo de joven era evidente por las fotos. Lo de pobre por la notoria necesidad de ahorro que se notaba en sus prendas de vestir. O para ser más claros, en la escasa cantidad de tela que conformaba el guardarropa de la dama. Riveros concluyó que ella misma se hacía la ropa con retazos, explicación perfectamente lógica al hecho de que las prendas taparan la menor cantidad de cuerpo posible.
El Pote también atribuyó a los problemas económicos la timidez de su admiradora, cuyo rostro jamás se veía claramente (en contraste con otras partes del cuerpo), y la escasez de información personal relevante en su perfil público. Eso sí, reconoció sus habilidades como gimnasta por algunas acrobáticas posiciones del segmento de su perfil que era visible. Porque para ver algunas imágenes y videos era necesario seguirla, incluirla en la lista de amigos o aplicar cualquiera de los mecanismos por medio de las cuales las relaciones en redes sociales pasan al siguiente nivel, incluidos aquellos que generan algún tipo de desembolso monetario.
A propósito de su admiradora a Riveros le pareció recordar alguna lectura sobre usuarios falsos, estrategias para sumar seguidores dando likes al azar, anzuelos para cazar incautos en red e incluso perfiles detrás de los cuales no hay un ser humano sino una inteligencia artificial, cuyo objetivo final no es muy católico que digamos.
Eso, claro, le pasa a otros, no a él. El Pote ya tiene admiradora.