Juana Teresa y Pánfilo son dos jóvenes
profesionales en fase precarro propio. Es decir que aún disfrutan del
transporte público. Comparten, sin saberlo,
otra característica: la facilidad para mentir en línea. Aclaremos: no
son asuntos de Código Penal o acoso. Son inexactitudes en modalidad espacio temporal (o
sea, mentir desde el celular ante la pregunta de… ¿Dónde está?).
Juana Teresa desarrolló su destreza como un
mecanismo de defensa ante una bien intencionada pero sobreprotectora madre. Mientras,
la impuntualidad patológica de Pánfilo
evolucionó de forma paralela a las TIC. Así que vía voz primero, luego por
mensaje de texto y en tiempos más recientes a punta de “guasap” el interlocutor
de turno recibe un esperanzador “voy
llegando”, mientras él o ella apenas se levantan. Treinta minutos después
un extraño accidente –narrado en línea- justifica la demora.
Sobra decir que los dos protagonistas son expertos en aquello de desactivar el GPS de sus dispositivos y que, como
marionetas de un destino inexorable, se conocieron en un bar. Entre baile y
trago la pareja se fue aislando dentro de su propia historia. Y como ambos eran
jóvenes y sin compromiso, una cosa llevó a otra. Cuando los dos taxis dejaron
el motel de forma simultánea, se supone que era el final.
Pero el metabolismo
de Juana comenzó a actuar de manera inusual. Cierto asunto de mujeres se
retrasó por primera vez en la vida, la actividad diaria se sentía más pesada y algunos
alimentos empezaron a devolverse por donde habían ingresado.
Antes de verificar
si las consecuencias del encuentro de pareja eran bautizables, había que
hablar. Como ciertas cosas suenan mejor personalmente, acordaron una cita. Cita
para la cual ambos iban tarde. Aunque su “guasap” reflejara una situación muy
diferente
Él. (En la oficina) “Me voy a demorar porque hay un trancón
enorme”.
Ella. (Reposando en una silla) “Y por acá como que hubo un accidente”
Él: (Saliendo de la oficina)
Dame otros 10 minutos y nos vemos.
Ella: (Todavía en la silla) Ojalá este bus se mueva.
Ella: (Antes de salir de la oficina) Espérame por favor, estoy a
punto de llegar.
Él: (En ruta al paradero donde tomaría el transporte) Sí claro, ya
llegué.
Él: (En el paradero esperando el bus). No encuentro el restaurante.
¿Cómo se llama?
Ella: (Camino al paradero) Si quieres dime exactamente dónde estás y
yo te busco.
Él. (En la fila para subir al bus) Sí claro,
avísame cuando llegues y te marco.
Ella. (En la fila para el bus) Me faltan como dos
cuadras.
Él. (Sentándose para iniciar trayecto) Podemos otro sitio, veo
muchas alternativas.
Ella: (Sentándose para iniciar trayecto) Me gusta, me acabo de bajar
y ya te llamo.
Ella
y él casi a un tiempo: Entonces márcame cuan…
Porque fue entonces
cuando levantaron la mirada y se dieron cuenta que compartían silla en un bus,
a 20 cuadras del sitio donde ambos “estaban”.
Epílogo: Juana estaba cansada por sobredosis de trabajo y el estrés se reflejó
en su metabolismo. Se supone que ambos deberían haber aprendido una lección,
pero el incidente del bus y el “guasap” terminó en una relación. De hecho se
van a casar.
Si es que llegan...