Porque es lo que no estoy dispuesto a tolerar; porque es aquello que me ofende, me desagrada, me molesta y se imprime en mi mente como mal recuerdo, evocación de pesadilla e imagen ofensiva, porque aquello que personalmente me agrede es…
Esperen, primero pongamos las cosas en contexto, como dicen ahora. Está muy bien eso de que la gente –bueno, una parte– deje su carro en casa o abandone el transporte público y se cambien a la bicicleta.
Es mucho mejor cuando el Estado se preocupa por crear una infraestructura para que el personal utilice sus vehículos de dos ruedas a tracción humana.
De hecho, yo soy uno de esos, es decir que no hablo de lo que me contaron, o lo que rebotó en alguna cadena cibernética. Por eso me siento autorizado a decir que evidentemente la idea es buena… pero…
…pero las vías especialmente dotadas no están en el mejor de los estados cuando no son verdaderas ciclotrochas.
...pero muchos de los usuarios son tan o más patanes que cualquier energúmeno en carro, atarván en moto o chofer de bus en la peor de sus versiones.
…pero en ciertos horarios no solo hay que lidiar con una congestión digna del más bravo de los trancones, sino con ciclistas suicidas que se atraviesan a estilo kamikaze o se vienen en contravía jugando a la gallina, lo cual es muy complicado cuando la gallina (y por ende el que se tiene que quitar) es uno.
…pero las ciclorrutas son invadidas por peatones despistados; bicicletas que se ven como motos, andan como motos y estorban como motos; perros solos y otras bestias que sacan a pasear sus perros justo por ese tramo; y madres que ignoran la diferencia entre una cicla y un coche para bebé (no sabemos si el bebé está de acuerdo).
¿Pero saben que? Todo lo anterior se perdona. Son procesos de aprendizaje. En cambio lo que no es aceptable es ese espectáculo antiestético, desagradable y vulgar del joven ciclista que nos sobrepasa, y nos obliga a verle los calzoncillos.
No sé qué motivo, razón o circunstancia –gracias, profesor Jirafales – lleva a creer a las nuevas generaciones que la ropa interior es exterior. Tampoco sé por qué existiendo camisa, suéter, chaqueta u camiseta lo suficientemente largos, insisten en utilizar versiones cortas que dejan al descubierto aquella zona donde la espalda pierde su casto nombre y comienza otra zona que le ofrece al desafortunado ciclista de atrás, durante buena parte del trayecto, un panorama de, horror, calzoncillos de marca, estampados o de colores.
En nombre de todo lo que es sagrado, y de una mínima consideración estética, tápen eso, por favor.