miércoles, 14 de junio de 2023

Sabiduría en pausa

 


Al fin llegó el momento de la pausa laboral, de disfrutar la más que justificada jubilación y, sobre todo, de socializar las experiencias y conocimientos acumulados a lo largo de la vida. El señor Salgado está listo y dispuesto a compartir su sabiduría con aquellos interesados en escucharlo.

El problema es que, de momento (y el momento ya se cuenta en años) nadie parece interesado.

Y no es por falta de oportunidades. Se entiende mejor con ejemplos. Cuando la hija del primo cercano tuvo la crisis del vestido de los 15 –ella quería un diseño moderno, sus padres el clásico– Salgado simplemente esperó la llamada. Él estaba listo para ejercer en plan conciliador, justo en ese punto medio entre la tradición y la vanguardia.

La fiesta de 15 fue el año pasado y no lo han llamado todavía.

Tipo práctico y con mucho tiempo libre, el hombre entendió la necesidad de evidenciar más su disposición orientadora. Al conocer las intenciones de adquirir vivienda de otro pariente, se le ocurrió que una visita oportuna le permitiría compartir su experiencia en el mercado inmobiliario.  La visita fue oportuna, pero por otra razón. Llegó justo cuando tocaba sacar al perro y todos estaban ocupados. ¿Resultado? Salgado tiene otra experiencia para compartir: recomendaciones prácticas para impedir que un gran danés arrastre por el piso a un paseador improvisado.

Los familiares compraron su casa sin conocer la altamente informada opinión de Salgado, a quien, por cierto, también descartaron por incompetente a la hora de solicitar servicios de paseador de perros. 

Este y otros fracasos indujeron al desperdiciado consejero a incrementar la agresividad de sus técnicas. Enterado de un problema que involucra movilidad, menciona –en voz alta– su experiencia en desplazamientos y medios de transporte; recomienda, cuando puede, restaurantes, espectáculos y centros recreativos; introduce –a las patadas– anécdotas en la conversación relativas a los problemas de las nuevas generaciones, cuando las nuevas generaciones, justo en ese momento, hablan con él.

La nueva estrategia generó un interesante proceso de aprendizaje. El potencial consejero ha aprendido varias cosas: cualquier sistema de GPS es considerado mejor –mejor que Salgado– guía para efectos de ir de un lugar a otro; los lugares recomendados por él se dividen en dos: a los que todo el mundo ya fue, y a los que nadie está interesado en ir; y las nuevas generaciones son muy buenas ignorando anécdotas de viejas generaciones.

Curiosamente, la oportunidad llegó del punto más inesperado. La sobrina de la familia perfecta, sin ningún problema económico, con envidiable éxito profesional y un equilibrio impecable entre vida personal y laboral se le acercó un día. En tono confidencial vino la pregunta que llevaba años esperando: “¿Tío, será que le puedo consultar una cosa?”

Haciendo esfuerzos heroicos por parecer indiferente pero receptivo, Salgado alistó todo su arsenal de sabiduría al responder. “¡Claro que sí, cuénteme!”

“Hay una tía de mi marido que es pensionada como usted. La queremos mucho pero…”

Y antes de que Salgado disparara el primer consejo, vino la ráfaga de realidad.

“…creemos que le falta distraerse. Será que usted la puede llevar a algún lado. Yo pago”.