Como el final es su destino, lo vamos a llamar así: Último. Ulti, porque ya le tenemos confianza. El individuo en mención es buena muela. Le gusta comer bien y nunca le hace el feo a un plato. Pero aquí no vamos a hablar de gastronomía, ni de culinaria, sino de prioridades en el servicio. Porque no importa el dónde, el cómo, el cuándo ni el porqué: a Ulti siempre, pero siempre, le sirven de último.
Pasa en los restaurantes a la carta. El comensal de la izquierda ordena algún pescado de compleja preparación, el de la derecha una sopa de ingredientes exóticos, el de enfrente esa carne que requiere un cuidadoso proceso de adobo. Ulti opta por cierta combinación de carbohidratos y proteínas con verdura (arroz mixto). Llegará el pescado, llegará la sopa, llegará la carne; todos con su respectiva porción de arroz. Porciones que ya habrán desaparecido cuando por fin aparezca la gran porción de arroz mixto de Ulti.
Otro día, otro restaurante. Los acompañantes escogen platos. Ulti opta por el del día, el recomendado del chef, el que ni siquiera está en la carta permanente, sino insertado en una cartulina recién impresa. Ese que le traen casi de inmediato a casi todo el mundo. Ese tan solicitado durante el día en mención —versión oficial— que justo cuando Ulti lo pidió se había agotado y por eso fue necesario preparar nuevas porciones. Por eso finalmente le sirvieron... justo cuando comenzaban a recoger la loza de sus contertulios.
Ahora, no siempre los menús son individualizados. Existen múltiples circunstancias en las cuales solo hay una opción. Restaurantes de combate (corrientazos), eventos sociales, desayunos o almuerzos de trabajo y reuniones familiares cuya importancia amerita meseros. En esos casos la comida está lista y los meseros simplemente la distribuyen de acuerdo con un formato preestablecido. O en orden de llegada. O según la ubicación de los comensales frente a algún punto de referencia (la cocina, una mesa rodante, el bar...)
Ulti ya se resignó a que el procedimiento de turno siempre lo deje en posición de cierre para efectos de recibir su comida. Ubíquese donde se ubique. Por selección propia u decisión de los anfitriones. Su condena es ver platos humeantes, fríos y aromáticos materializarse en puestos distintos del suyo.
Y no es que —mientras ha sido posible— no haya ensayado alternativas. Al lado izquierdo del homenajeado (al primero al que le sirven antes de seguir por la derecha). Al lado derecho de la homenajeada (la primera a la que le sirven antes de seguir por la izquierda). Al frente del festejado, solo para ver como los eficientes meseros arrancan simultáneamente a lado y lado hasta dar la vuelta completa y terminar, por supuesto, justo con quien está… al frente del festejado.
Cuando no hay protagonista, la cosa debía ser más fácil. No es cierto. Si es una mesa larga y Ulti escoge el borde más cercano a la cocina, comenzarán a repartir la comida por el borde opuesto y darán la vuelta completa. Si se ubica en el centro de la mesa, los meseros irán intercalando lados hasta llegar a la mitad. Y si opta por un punto de esos que no son estratégicos descubrirá que, por lo menos en ese lugar, sí lo es. Está justo al lado de donde comienza la repartición y marca el lugar donde termina.
En los restaurantes de combate, en los cuales el corrientazo se sirve a las mesas en estricto orden de llegada, la mesera lo dejará para el final en la ronda de sopas, en la ronda de secos, en la ronda de jugos y en la ronda del medio bocadillo veleño que conforma el postre.
Sin embargo, para ser justos, hay un servicio de parte de los restaurantes donde Ulti siempre es el primero.
Cuando entregan la cuenta.