jueves, 10 de julio de 2008

¿¿Vacaciones??

Y dicen que son para descansar. Carreta. En vacaciones descansan los hijos. Pero los padres, esos que trabajan durante todo el año, tienen jornada de 24 horas. Y es igual en el balneario. En la sede recreacional. En la caja de compensación. En el hotel todo pago. En la finca. En la casa de la abuela.

Bueno, la verdad sí se descansa. Por allí unos cinco minutos antes de las cinco de la mañana. Antes de que el primero de los niños se levante a gritar. O a caminar. O a la piscina. O al bosque. O a cualquiera de esos lugares donde se pueden cortar, raspar. herir, pelar, quemar, intoxicar, si no hay un padre ejerciendo.

Porque la capacidad que tienen los niños para meterse en problemas nunca entra a vacaciones. Y los días de "descanso" tienen un agravante para los padres. No cuentan con la ayuda de los profesores para las labores de inspección y vigilancia. Ahí sí, ser progenitor se convierte en un trabajo de 24 horas.

Claro que no falta el optimista que menciona la posibilidad de recibir ayuda de los adolescentes. O de los jóvenes. Si en términos normales son inútiles, en términos vacacionales, son unos inútiles en descanso. Y además, ellos también se meten en problemas.

Así que la madre y el padre de turno deben estar pendientes de la quinceañera, que se está haciendo muy amiga del melenudo hiperhormonizado de la cabaña del lado, o de las vecinas de enfrente, fáciles de identificar por sus tatuajes ubicados allí donde la espalda pierde su casto nombre.

Lo mismo pasa con el buen estudiante, que influenciado por sus amigos de ocasión adquiere hábitos noctámbulos y aliento fermentado. Hasta que una mañana cualquiera sale pálido y desencajado de su cuarto, ocasionando viaje de emergencia al médico, quien en un punto medio entre molesto y divertido dirá "este lo que está es enguayabado".

Esa temporada es sinónimo de padres polifacéticos. De padres salvavidas ante el pequeño terco que insiste en ir al lado profundo de la piscina. De padres enfermeros, de esos que atienden el pie cortado por culpa del tío solterón que rompe botellas de aguardiente en el camino a la piscina. De padres dictadores, tratando de explicarle a la histérica adolescente porque no puede irse dos días de paseo con sus nuevos amigos. De padres cocineros, produciendo alimentos para esa horda con mucha hambre y pocos horarios. De padres desvelados, esperando en la madrugada el retorno de sus hijos de alguna fiesta de playa, de piscina. o de la cabaña 16.

Y todavía tienen el cinismo de llamarlas vacaciones

Y decir que son para descansar.