miércoles, 5 de marzo de 2025

Ternas de uno

El perfil laboral de Velandia cuenta con buena experiencia y formación adecuada que responden a lo que el mercado está pidiendo, aunque podría ser mejor. Eso determina, y él lo sabe, la posibilidad de perder algunas oportunidades. ¿Pero todas? ¿Y muchas veces en el último minuto?

Retrocedamos. Con el fin de salir de las estadísticas de desempleo, el caballero lleva varios meses aplicando estrategias tradicionales y de las otras. Gracias a la persistencia y algo de suerte ha sido llamado para muchos procesos, todos promovidos desde organizaciones del sector privado. 

Parte de las convocatorias incluyen actividades (dinámicas de grupo o exámenes de conocimiento) donde varios o todos los candidatos participan simultáneamente.  En ocasiones, se evidencia cierta familiaridad de un aspirante con el equipo reclutador o con personal de la empresa. Curiosamente, ese personaje que saluda con nombre propio a la secretaria o al facilitador resulta ganador del cargo en disputa.

En aquellos procesos donde ha llegado más lejos, para la entrevista definitiva convocan a los finalistas. Casi siempre son tres. Parece haber una especie de fetichismo por las ternas entre quienes seleccionan personal. Cuando el llamado es el mismo día a la misma hora, los escogidos comparten sala de espera.  Al llegar el turno de Velandia el entrevistador, sin ser agresivo, se toma su tiempo enfocándose en los aspectos menos favorables del interesado para ese trabajo en particular. 

No se sabe que ocurre con los otros dos aspirantes, por tratarse de conversaciones privadas. Pero mientras uno termina con cara de aburrido tras una reunión con duración similar a la de Velandia, el otro entra y sale rápido con cara de ganador. Una situación muy parecida invierte la cronología. Esta vez quien refleja en su rostro la inminencia del nuevo empleo es el que demora más tiempo a puerta cerrada. A Velandia lo despachan con un par de preguntas y un “nosotros lo llamamos”. Por la duración de la entrevista del número tres, se presume un tratamiento similar.

Por cierto, tanto la cara de ganador como el rostro de nuevo empleo inminente son completamente proféticos. Ese es el elegido o la elegida

No siempre hay que compartir sala de espera para notar sutiles diferencias. Velandia llega a su entrevista y ve a un competidor recibiendo información, algo así como una lista de documentos de esos que piden para firmar contratos. Atienden a Velandia. Cree que le fue bien. Le dan las gracias y lo mandan para la casa sin ninguna información adicional. Excepto el impajaritable “nosotros lo llamamos”. 

Uno de esos procesos fallidos lo realizó cierta empresa donde trabajaba un amigo de Velandia. Días después los dos se encontraron y en la conversación apareció el nombre del nuevo titular del cargo en disputa. El nombre y un dato adicional,: “es el primo del gerente”.

Velandia reconoce que su conclusión puede ser paranoia, envidia, mecanismo inconsciente de defensa o una manera de justificar sus fracasos. El cree que por razones no del todo claras ciertas compañías (o personas en cargos clave como alta dirección o mandos medios) están interesadas en que sus contrataciones se vean transparentes y competitivas, así desde un principio el elegido tenga nombre propio. 

Entonces convocan perfiles, los evalúan, entrevistan y van filtrando hasta llegar a la terna final. La decisión beneficiará al que siempre fue el único aspirante con posibilidad real. Pero si alguien pregunta tienen un proceso para mostrar. Ahí es cuando los Velandias del mundo descubren su verdadero rol en ese proceso.

Ser material de relleno para una terna… de un solo nombre.