miércoles, 5 de julio de 2023

Curso de colisión


Nota de la redacción. Los últimos cuatro párrafos de esta amilcarada son la narración de un testigo ocular de un hecho real ocurrido en Bogotá. El resto es producto de la imaginación del autor. ¿O no?

El ciclista, que de aquí en adelante se denominará Ciclista, se levanta temprano. bebe un jugo de naranja preparado por la empleada y reforzado con proteína deportiva. Se viste con maillot corto de carreras,  culote con bolsillos ergonómicos (prenda que se ve como bicicletero, se pone como bicicletero y se usa como bicicletero pero es muchísimo más cara que un bicicletero)  y se calza las zapatillas de suela de carbono y cierre en velcro.

El vendedor, que de ahora en adelante se denominará Vendedor, despierta en medio de la oscuridad y recalienta el tinto con panela preparado la noche anterior. Se pone uno de los dos viejos bluyins, las dos camisetas regaladas en eventos políticos de ideologías opuestas y la chaqueta de origen incierto pero indudablemente útil para enfrentar los fríos mañaneros.

Ciclista sube a su vehículo de marco de carbono sobre medidas con 12 velocidades, suspensión de aire y frenos de disco. Tras ponerse el casco de poliestireno expandido (icopor) y fibra de vidrio, revisa su teléfono y confirma que los demás miembros del club salen hacia el punto de encuentro para el recorrido de ese día. 

Vendedor toma el primero de los 4 buses que debe transbordar para llegar a su destino. Tras verificar la ausencia de autoridad se salta la registradora. Aunque aún no amanece, la estación ya está congestionada de personal que, como él, busca sus ingresos al otro lado de la ciudad.

Ciclista y sus amigos inician el tradicional pedaleo por zonas semirrurales con tramos en plano, subida y curva, acompañados por la seguridad en la camioneta del asesor del Congreso, vehículo que a veces ejerce como carro escoba cuando el físico de alguno de los biciusuarios no responde adecuadamente.  

Vendedor alcanza la primera parte de su destino, la bodega donde le entregan en consignación los productos para ofrecer en la vía. Con su mercancía disponible, se cuela de nuevo a la estación más cercana para llegar al paradero final. De ahí en adelante, camina 10 cuadras hasta su punto de venta.

Ciclista y sus amigos culminan el recorrido del día y cada uno parte hacia su respectivo destino. Ciclista ese día trabajará desde casa, así que toma una ciclorruta en su ruta de regreso al hogar-oficina. 

Vendedor, al lado del semáforo, inicia su rutina. Semáforo en rojo, recorrido rápido entre los carros ofreciendo productos. Sabe exactamente cuando debe quitarse y retornar a la ciclorruta, donde espera hasta el siguiente cambio de luces para retomar la estrategia de ventas.

Ciclista no va muy rápido cuando suena el celular. No acelera ni se detiene mientras manda la mano al bolsillo ergonómico, saca el aparato y atiende la llamada. Con una mano sujeta el manubrio y con otra mantiene el teléfono en la oreja mientras atiende la -al parecer- inaplazable comunicación.  Vendedor negocia uno de sus productos con un conductor, lo cual le quita unos segundos al retorno a la zona de seguridad. Ademas está verificando la plata, por lo que no levanta la mirada como siempre lo hace. 

Vendedor y Ciclista se desconectan por una fracción se segundo y de repente están frente a frente. El de los pedales no logra reaccionar a tiempo para frenar o esquivar. El comerciante callejero duda entre quedarse quieto o quitarse. El choque es inevitable. Ciclista y teléfono al piso. Vendedor no se cae pero mercancía y plata vuelan.  Ninguno se preocupa por el otro. Ciclista se levanta, recoge su aparato de comunicación, verifica si la bicicleta funciona y se va. Vendedor, por su parte se dedica a recoger su mercancía y su plata. 

Unos metros atrás viene el Ciclonauta, a quien el vendedor le da pie al decir algo así como… “es que el tipo venía hablando por teléfono”. El Ciclonauta, sin detenerse, comenta en voz alta “se encontraron los dos despistados”.  Mientras se aleja oye el contraataque del vendedor, algo así como “usted no sea sapo”.

Hasta razón tendrá.