Todo comenzó cuando Vladimir le pidió prestada a su primo Álvaro la chaqueta de cuero. Era un modelo algo clásico, medio hippie, con broches y flecos por todo lado. Esa noche el hombre estaba invitado a una fiesta, modelo 60, y pensó que la chaqueta sería buena idea. Solucionado el problema de vestuario, el siguiente era el de plata. Día: viernes. Hora. 7.30 p.m.
Afortunadamente la pinta modelo 60 correspondía a un hombre de los 90, lo que significa cajero automático igual a billete. Vladimir, con aspecto de anacrónico pandillero buscó un dispensador de dinero. En realidad se veía ridículo. Chaqueta de cuero llena de adornos. Pantalón de Terlenka* y bota campana. Una camiseta con un descomunal signo de paz impreso. Y una balaca en el pelo... pero era un disfraz.
De todas formas, agarró taxi para seguirse de una vez hacia la fiesta. Y apenas vio un cajero vacío, en plena avenida, se bajó a hacer el retiro y le dijo al conductor que lo esperara. Las pocas personas que pasaban lo miraron extrañadas. Pero a Vladimir no le importó, era cuestión de minutos. Introdujo la tarjeta, algo lo distrajo... y entonces sintió un tirón en el brazo y vio en la pequeña pantallita el letrero: este cajero se encuentra fuera de servicio.
Iba a cogerse la cabeza cuando se dio cuenta de que no podía levantar el brazo derecho, pues el mecanismo del dispensador, de alguna forma, había atrapado los flecos de la chaqueta. Y esta no salía.
En lo primero en que pensó Vladimir fue en quitarse la chaqueta. Lo segundo fue como destrabar el cierre. Lo tercero fue una alusión poco respetuosa a la madre del cajero, de la chaqueta y del cierre. Allí estaba, vestido como un viajero del tiempo de 30 años atrás, en una de las calles más concurridas de la ciudad, atrapado por una máquina y sin plata para... ¡el taxi!
El vehículo se hallaba parqueado en la acera de enfrente. El conductor podría ver a Vladimir, pero no oírlo. Así que el hippie trasnochado empezó a gesticular con su brazo libre a ver si lo notaban. Y sí, lo vieron. Lo vieron unas 200 personas que pasaron en ese momento por ahí a pie, en bus, carro particular, buseta, taxi, zorra, patines y bicicleta. Lo vieron los vecinos de la casa de enfrente. Lo vieron los jóvenes, los viejos, los ejecutivos, las universitarias, los colegiales. Lo vieron todos... menos el chofer del taxi.
Descartada esa posibilidad, empezaron a llegar los equipos de rescate... o mejor, los patos de rescate. Se arremolinaron alrededor de Vladimir dando cada uno su mejor propuesta de solución. Que arrancara la chaqueta a la brava. Que fuera jalando poco a poco. Que se cortara el brazo. Que apretara las teclas hasta que respondiera.
La víctima ejerció como atracción turística por una hora cuando finalmente se apareció el técnico del banco, quien después de desternillarse de la risa 20 minutos se introdujo al interior de la máquina, algo hizo y liberó al esclavo del cajero.
Lo único que este quería era largarse, así que cruzó la calle y agarró el taxi, cuyo conductor no se había percatado de nada. Y tal vez fue la ofuscación, el afán, o el mal genio... pero lo cierto fue que solo cuando le dijeron el costo de la carrera, cayó en cuenta de una cosa.
No tenía plata.
* Terlenka es una tela gruesa de poliéster que fue ampliamente utilizada para elaborar pantalones bota campana cuando estos eran lo último en materia de moda.