miércoles, 10 de enero de 2024

Colegios de último minuto



...Y cuando el día y hora del parcial decisivo se acercan peligrosamente, el alumno de turno pretende hacer en pocas horas lo que no hizo en todo el año, en todo el semestre, en todo el bimestre. Entonces se le ve con una montaña de fotocopias de los cuadernos de quienes sí tomaban apuntes y sí leían, en medio de una maratónica jornada de estudio cuyo resultado solo se sabrá después de la respectiva prueba.

Es un fenómeno sin fronteras físicas ni temporales. Pasaba, pasa y seguirá pasando, más allá de las advertencias escritas, exhortaciones verbales, consejos fallidos y discursos de padres, maestros, hermanos mayores, amigos, compañeros, educadores, pedagogos y metodólogos. 

No solo es de ocurrencia permanente. Ha trascendido. Y no me refiero a la tendencia nacional de dejar todo para el último minuto.

Volvamos al colegio. En otras épocas, los padres o acudientes básicamente dejaban al niño o niña en la puerta, iban cada dos meses por las notas y, si no ocurría nada extraordinario, un día lo acompañaban al grado, se tomaban la foto y almorzaban en sitio fino. 

Hoy la educación es un proceso de formación pedagógico, profesional, holístico e integral donde meten mano profesores, directivos, psicólogos, padres, madres, padrastros, madrastras, abuelos, tíos, grupos de whats app, orientadores e instructores, entre muchos otros. Después de años de trabajo en equipo todos se encuentran en la ceremonia de grado, se toman un montón de fotos y la familia almuerza en sitio fino.

Pero desde hace un tiempo no solo toca demostrarle al colegio si el educando cumplió los requisitos. Hay que hacer lo mismo con el Estado. Los potenciales bachilleres hacen un trámite y se presentan en el sitio asignado con su lápiz # 2, tajalápiz y borrador a evidenciar todo lo que aprendieron en esos 11 años o más de pupitre. Son los exámenes de Estado. 

Les han cambiado el nombre, los criterios, los alcances y la metodología varias veces pero el espíritu es el mismo. No solo evalúan al estudiante sino a la entidad. Periódicamente, de acuerdo con los resultados, salen listas de mejores y peores colegios. Como nadie quiere estar en el fondo del escalafón, las cifras negativas son el indicador para revisar procesos desde el principio y mejorar mediante un proyecto a largo plazo.

O también se puede intentar enseñar en días eso que no se enseñó bien durante años. En una versión menos confusa, aunque a uno lo prepararon 11 años para algo, en pocas semanas lo preparan de nuevo. Lo que se supone es un repaso, se siente como una terapia de choque donde al del pupitre le embuten conocimientos a lo bestia, sobre todo aquellos que serán evaluados por los exámenes de Estado.

Alguien malpensado podría decir que si eso no es un reconocimiento de parte de los colegios de que toda su estrategia pedagógica en el largo plazo es un fracaso (por no decir que una estafa) se le parece bastante.  Eso sí, la idea no es nueva. En épocas lejanas se ofrecían servicios similares, de manera voluntaria y, normalmente, por instituciones ajenas a la entidad educativa. Ahora, en cambio se volvió parte del currículo de los últimos grados con horarios extraordinarios y, a veces, costos adicionales para padres o acudientes.

Y aunque nadie ha reclamado la paternidad de la metodología, es claro de donde vino la inspiración.

De esos alumnos vagos que pasan la noche anterior al examen intentando aprender en horas lo que no estudiaron  durante todo el año, todo el semestre, todo el bimestre...

Pregunta al margen con alguna relación

¿Donde está la diferencia entre ingreso y rechazo en la entrevista para acceder a la universidad?

En mencionar al Leonardo correcto. Detalles aquí.