jueves, 5 de noviembre de 2015
Caballeros en retiro
Con justicia, hay que decirlo, el personal femenino ha ido ganando batallas en la lucha por igualdad de derechos frente al personal masculino. Sin embargo, hasta la feminista más recalcitrante tiene que reconocer que, en algunos casos, se les fue la mano. Y es que en la lucha por acabar con el machismo, arrasaron de paso su faceta positiva, la caballerosidad.
Por eso las mujeres de hoy pagan cuentas, cargan cajas, mueven muebles, abren las puertas, arreglan electrodomésticos, pintan mesas y destapan frascos. Claro, las de antes también hacían lo mismo, siempre y cuando no hubiera un caballero en la línea de fuego. Esas eran cosas de hombres, si los había.
Hoy en día, los tipos se descararon. Así, no es extraño ver un par de damas cargando 30 kilos de sofá de un lado a otro de la casa mientras el personal masculino las ignora, o en un caso de extrema generosidad les ayuda ...a abrir la puerta.
En defensa de los portadores de testosterona habría que decir que no es que no puedan o no quieran. Simplemente no se les ocurre. Una adecuada - y conveniente - combinación de respeto por sus semejantes femeninos y pereza bien administrada hacen que no hagan nada, a menos que se les pida.
En el otro lado, la mezcla es de sensibilidad y orgullo. El eterno femenino presupone que los hombre deben entender las cosas sin necesidad de que se las digan.
El resultado de esto suele ser una pareja incomunicada, y una mujer subiendo cajas al segundo piso mientras él ve fútbol en la televisión, o en el mejor de los casos vuelve a acomodar el tapete.
Existe otra situación. La típica es así. Un domingo cualquiera ella decide reorganizar los muebles del cuarto. Mientras el marido toma cerveza con sus amigos en la tienda, ella mueve mesas de noche, escritorios, tocadores y hasta la cama.
Cuando la esposa está empujando el tocador de guayacán hacia la ventana aparece él, quien se queda mirando a esa dama sudorosa y cansada, cuya musculatura se encuentra tensa como consecuencia del esfuerzo físico. Ella lo mira a los ojos y ve en ellos el brillo de un ayudante en potencia
Entonces él se acerca y le dice, con tono autosuficiente.
“Mi amor, mejor pon el tocador al lado del baño.”
Y arranca para el televisor.
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Yo comentarista
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