Veíamos la vez pasada dilemas derivados de trabajar en un
sitio diseñado para vivir –léase casa– vigentes a finales de los 90. Pero eran
otros tiempos. El mundo ha cambiado. El teletrabajo es la opción ideal para…
…conductores, pilotos y bicitaxistas. En tiempos de drones,
¿qué necesidad se tiene de que los encargados de movilizar los vehículos vayan
a sus oficinas? Digo, en este caso, a su vehículo.
Se trata de cambiar una mentalidad.
La del pasajero, por supuesto. Ellos deben entender que no hay ningún problema en que su
medio de transporte esté controlado por un tipo en piyama, sin afeitarse y con
múltiples distractores potenciales. Que mientras despega –si es un avión– puede
sentirse preocupado –el tipo- por el llanto de su hijo recién nacido. Habría
que ver como se soluciona el dilema. En caso de accidente deberán asumir las
consecuencias. Él desde su casa. Los pasajeros en medio de las ruinas del accidente.
Hablamos de los sobrevivientes, por supuesto. Los que serán
auxiliados por máquinas controladas a distancia por bomberos y demás organismos
de socorro, en turno, desde sus hogares. Los que subirán a las ambulancias
automatizadas ayudados por brazos mecánicos manejados a distancia por esos
paramédicos que estaban lavando los platos al registrarse la emergencia. Los que serán
trasladados al centro de salud más cercano. Allí el vigilante abrirá la puerta
con el control remoto que tiene en su mesa de noche, verificará con cámaras la
gravedad de los pacientes, y les pedirá por citófono el carnet de la EPS antes de darles acceso.
Entonces el personal de salud comenzará su trabajo. La
enfermera jefe coordinará el triage desde la cocina, la cocina de su casa,
mientras prepara la comida. Los médicos revisarán a los heridos con las
cámaras, e iniciarán los procedimientos necesarios a través de… Oigan, ¿no
sería más fácil si toda esa gente estuviera en su lugar de trabajo y no en otra
parte?
Acepto. Escogí el ejemplo más dramático. Veamos otros. El
cocinero que recibirá por mensajería instantánea la orden recogida
(telefónicamente) por el mesero y preparará en su casa la comida para enviarla
vía dron a la mesa respectiva. El electricista, maestro de obra, plomero, y
demás especialistas en reparaciones domiciliarias que sin salir de su propio
domicilio diagnosticarán, repararán y cobrarán -de acuerdo con el marra...digo, cliente-daños en otros domicilios.
El
jardinero que no estará en el jardín. El peluquero a kilómetros de la cabellera
de turno. La manicurista que arreglará
uñas ubicadas en otro barrio. El sastre que tomará medidas a distancia. El
periodista que informará desde el lugar de los hechos sin estar en el lugar
de los hechos. El ingeniero que
inspeccionará personalmente la obra sin ir a la obra. El odontólogo que… no
tengo idea como lo haría un odontólogo.
Los textos que hablan sobre el tema coinciden en señalar como el
malo de la película al jefe de turno. Al empresario. Al dueño. Al duro que
insiste tercamente en tener a su subalterno ocho horas en una oficina –o en un
avión, o en un hospital, o en una obra, o en una ventanilla de atención al
público– en vez de darle la oportunidad de trabajar desde su hogar, de ser el
dueño de su tiempo, de producir por objetivos y –aunque esto normalmente no lo
dicen– de ahorrarle a la empresa un gasto significativo en servicios públicos
como energía, agua y similares, que se trasladan a la casa del trabajador.
¿O será otro embeleco de esos donde exageran la dimensión de
una tecnología válida para casos específicos, presentándola como un futuro
inexorable de aplicación universal?
Cómo se le ocurre. En vez de cuestionar al futuro, mejor váyase
para su casa.
Claro, si su jefe lo deja.