(Tras defender
hasta el último minuto –literalmente- su
derecho a comunicarse mediante un celular prepago, Mario se ve obligado a
pasarse al teléfono inteligente. Su primer intento lo lleva a un sitio de interés para
el, y para las autoridades competentes. De hecho, mientras cotiza, le cae
tremendo operativo).
Ante el dramático desenlace de su incursión por el comercio
altamente especializado, Mario decide acudir al que está libre de toda
sospecha. Los almacenes de cadena. Maravillosa invención de la sociedad de
consumo en donde se puede adquirir desde un limón hasta un carro, todo
debidamente etiquetado, legalizado, organizado...
Las condiciones terminadas en ado a veces incluyen un
sobrevaluado, por lo que se recomienda cotizar antes de comprar. Nuestro futuro consumidor de alta tecnología
inicia su recorrido. La cosa pinta bien. Encuentra una amplia oferta,
debidamente exhibida con personal dispuesto a atender sus inquietudes. Al menos
eso parecía, hasta que Mario hizo la pregunta mágica. ¿Cuál es el equipo más
barato que tiene?
Decimos mágica porque, como por arte de magia, frente a él
se produjo la metamorfosis. El vendedor diligente que segundos antes se deshizo
en cortesía y zalamería, se transfiguró a una figura gélida e indiferente.
“Ese…” expresó con esa voz que ponen las mujeres cuando acaban de descubrir una
infidelidad. Al mismo tiempo señaló a un equipo medio escondido entre los
exhibidores y se retiró en busca de clientes más prometedores.
Claro que, en comparación con la reacción del vendedor del
siguiente almacén, el anteriormente mencionado fue un modelo de atención al
cliente. El segundo comerciante, ante la pregunta de marras, contestó “¡Aquí no hay de eso!”.
Mientras intentaba entender como entre los modelos más caros
no podía haber algo menos caro, Mario cambió de negocio. Para evitarse más
desprecios gratuitos optó por no consultar sino mirar directamente las etiquetas
de precios. Y sí, ahí estaba. Tamaño ideal, bajo costo, e indicadores
tecnológicos adecuados a sus necesidades. Y plan.
¿Plan? ¿Qué era eso? La vendedora no fue muy explícita en
principio. Sí, ese teléfono servía para cualquier operador, así lo vendiera uno
de ellos, Sí, si usted lo lleva tiene derecho a un montón de megas, un montón
de servicios, un montón de aplicaciones, un montón de minutos, y un montón de
llamadas. Y todo gracias al plan.
Eso del plan sonaba buenísimo y tan solo costaba… Un momento,
costaba. Demandaba una inversión mensual equivalente a la mitad del valor del
teléfono. Y había que firmar algo y
permanecer un tiempo mínimo que nunca se especificó, entre tres y seis meses.
¿Y lo puedo comprar sin plan? Claro señor, y solo vale… ¡el
doble del precio exhibido!
Si bien Mario no había logrado resultados en aquello de
comprar teléfonos inteligentes, la experiencia reciente lo había convertido en
todo un experto en aquello de las salidas dignas. Despachó a la vendedora con
una mentira descarada sobre cotizar en otros lugares y puso la mayor distancia
que sus pies le permitieron entre la moderna tecnología de comunicación y él.
Mario sabe que tarde o temprano tendrá que actualizarse pero mientras tanto, si alguien lo necesita…
Que lo llame al celular.
Mario sabe que tarde o temprano tendrá que actualizarse pero mientras tanto, si alguien lo necesita…
Que lo llame al celular.