Primera estación. Moda de temporada
Yo no sé si los que saben –o dicen saber – de moda están locos o el loco soy yo. Oigo una y otra vez que se lanza la colección de verano, que llegó la temporada de invierno, que estas son las prendas para el otoño. Y yo que vivo en Colombia, país del trópico, donde lo que llamamos estaciones son un verano que puede durar medio día o seis meses, y un invierno que se acaba y comienza cada tres días y comienza me pregunto… ¿Qué me perdí?
Segunda estación. Cadenas de ineficiencia
Se han dado cuenta lo eficaz y eficiente que es el correo electrónico... para sacarle el cuerpo a las responsabilidades. ¿Han visto esas cadenas –y no hablo de las religiosas- que suman y suman nuevos mensajes sin que nunca se solucionen los problemas? X le pregunta a Z y Z le copia a N y N a M y otro y otro y otro… ¿No les ha pasado? –porque a mí sí- que hacen una consulta o piden algo y comienza el responder (CC) y más responder (CC) hasta que ene mil vueltas después le llega una copia del correo en la que le notifican que el encargado del tema… es usted.
Tercera estación. Ocupadísimo sin hacer nada
Estar al mismo tiempo atendiendo un chat en el portátil, otro en el blackberry o el i-phone, una reunión por el amplificador, y una conversación en vivo… ¿eso es eficiencia? ¿Realmente se puede? Es normal estar hablando con alguien y de repente interrumpir la conversación porque sonó una canción y se prendió un aparato? Porque hace 10 años eso era mala educación… y ahora es normal.
Cuarta estación. De cuerpo presente
Van a decir que odio los aparatos pero me pregunto. De que sirve ir a una reunión, foro, encuentro, conferencia, videoconferencia, seminario, congreso, cita… si durante las conversaciones, diálogos, exposiciones, presentaciones, socializaciones… el invitado, asistente, participante, concurrente, espectador, está con su portátil, blackberry, celular, ipad, y, lo más importante, su cerebro, en otra vaina.
Quinta estación. Opciones a la nada
Los que pasamos de cierta edad recordamos que el tatarabuelo de los call center era algo llamado línea de servicio al cliente. Era unos números que casi siempre estaban ocupados, pero de vez en cuando alguien contestaba y atendía. A veces servía para algo, otras definitivamente no. Hoy ustedes ya conocen el ritual. Marca uno un número y empieza la inacabable lista de opciones que lo manda a uno a otra inacabable lista de opciones, que lo manda a uno a otra lista inacabable de opciones hasta que… le ponen la grabación donde dicen que todo el mundo está ocupados y piden paciencia. Además suena esa musica -que no tiene la culpa- pero que termina siendo odiada por simbolizar la espera inacabable. ¡Ah! y se me olvidaba, a veces les da por pedir una clave que uno, no tenemos; o dos, se nos ha olvidado.
Sexta estación. Deportista por obligación
Cuando uno pasa por las ciclovías, recreovías o similares de vez en cuando los ve. Son una familia. Padre, madre, e hijos, chévere. Los niños, puede que renuentes en un principio, siempre terminan encontrándole la gracia a la cosa, y de una u otra manera se divierten. Pero hay uno de los dos cónyugues… o mejor, hay uno de los dos cónyugues que está en su ambiente. Ama el deporte, tiene físico de atleta, disfruta el sol, tiene la dinámica. Y hay otro que está en servicio familiar obligatorio; tiene el aspecto y la condición física de una patilla, tres capas de protector solar, una sudadera que siempre es muy grande o muy chica, hace esfuerzos sobrehumanos para mantenerse al ritmo de su familia y preferiría mil veces estar en su casa viendo televisión o metido en facebook o haciendo nada en la cama que ese saludable e infernal programa dominical
Séptima estación. Cuestiones uniformes
Hay empresas que exigen que sus trabajadores usen uniforme. A unos les gusta, a otros no, a otros les es indiferente. Hay empresas que no manejan uno, sino varios uniformes. (Aclaro, no son uniformes relacionados con las condiciones de trabajo. No se trata de elementos de protección personal, de aseo, o de necesaria identificación, sino una cuestión meramente estética). Hay empresas donde existe un estricto reglamento sobre el uniforme del lunes, el del martes, el del miércoles y así sucesivamente. O sea que en esas empresas una –o varias, realmente no lo sé- persona dedica parte de su tiempo –y suponemos que le pagan por ello- para decidir si el lunes queda mejor la camisa amarilla o la azul, si el jueves es mejor día para el blanco o el rojo o cual semana del mes es la más adecuada para X combinación cromática. Y lo mejor. Es un problema complicadísimo si el día de azul, alguien comete el sacrilegio de usar el amarillo.
Octava estación. Exija pero no exija
Las instituciones de educación superior, los directivos de rector para abajo, los encargados de área insisten en la necesidad de poner estándares altos para lograr mejores profesionales. Exigencia académica. Algo lógico en un mundo donde los buenos puestos son el resultado de una competencia cada vez más despiadada. El discurso es bonito, pero cuando un profesor decide aplicarlo se activa una cadena de alumnos llorones (paréntesis: lo hacen porque funciona, como veremos a continuación). Entonces viene la metamorfosis. Los profesores inteligentes son los que le hacen caso a los alumnos llorones y se metamorfosean en exijo pero todos pasan. Los que son menos inteligentes se esperan a que haya una insinuación –a veces sutil, otras no tanto- por parte de las directivas de turno para que sigan siendo exigentes, siempre y cuando eso no se refleje en las notas, y se metamorfosean en consecuencia. Y lo que no son inteligentes insisten en exigir principios como puntualidad, cumplimiento, orden, resultados… hasta que se metamorfosean en exprofesores.
Novena estación. Investigadores en promoción
A todo el mundo le gusta la investigación. Las instituciones de educación superior se venden a sí mismas como centros de investigación. Los catedráticos se lamentan de no tener más tiempo para la investigación. En los pénsums aparecen cursos, estructura curricular, líneas que abarcan carreras completas relacionadas con la palabreja. Lo que antes era un trabajo de grado ahora es una investigación. Se rellenan montañas de papel o megas y gigas con documentos sobre las líneas de investigación, las técnicas de investigación, los proyectos de investigación. Solo tengo una pregunta ¿Dónde diablos están los aportes al conocimiento derivados de tanta investigación?
Décima estación. Ensayemos algo
Una final sobre la palabra ensayo. Hace años, los profesores asignaban a sus alumnos trabajos (que se copiaban literalmente de las enciclopedias antes del corte y pegue informático, pero eso es otra historia), o problemas (50 de cálculo para el lunes) o investigaciones –ver estación anterior- o planas (también había que mejorar la letra) o análisis (aquí se copiaban dos ideas-. Por ejemplo se tomaba una frase “Pienso luego existo” y se aplicaba a un tema agrícola “Aunque las uvas no piensan, el vino existe”) Hoy, muchos profesores optaron por poner a sus alumnos a hacer “ensayos”. ¿Y qué es eso? Definición ajena pero concluyente: “lo que cada profesor diga”.