Eso sí era fútbol. El uniforme: lo que tuviéramos puesto. El tiempo: hasta que sonara la campana. Los jugadores: el curso entero (incluyendo el A, el B y el C). Los equipos: divida por dos el total. El balón: el que llevara alguno o, en su defecto, los que prestaban en el colegio o, en su defecto, cualquier objeto redondo con más de 20 centímetros de diámetro. La cancha: la misma cuyos arcos eran tubos de acueducto y tenía un poste de luz atravesado. La gramilla: parches verdes en medio de un polvero veraniego o un encharcado invierno. El árbitro: ¿eso qué es?
Suena la campana para el recreo. Salen los jugadores. Los primeros dos cursos que lleguen al arco se apoderan de él. Unos juegan por delante, otros por atrás del campo oficial. Los demás arman cancha con sacos y maletas. El que tenga más pinta de arquero, el que terminó en esa posición el “partido” anterior o el dueño del balón –si eso es lo que le gusta- junto con su pareja comienzan tapando.
Pueden ser 10, 15 ó 20 equipos. Primera fase, definición de las parejas. Uno, las llaves permanentes, los que pasaron la primaria y lo que va del bachillerato compartiendo delantera, medio campo, defensa y tarea de inglés. Dos, los amigos para todo, incluido para esta. Tres: los que se organizan como pueden. Sobra 1. Que tres malos formen equipo. Nadie quiere jugar con ese.
Rueda el esférico. Sacan los cuidapalos (o cuidasacos, o cuidamochilas o cuidalibros, según el caso). El balón se eleva y como palomas en plaza tras una crispeta, todos los muchachos se lanzan en su búsqueda.
Junca y Salazar utilizan la más exquisita técnica de toque y agilidad. Kurmen y Prado prefieren combinar la fuerza con el taponazo. Arz y Barreto manejan un buen toque. Rivera y Varela reparten patadas intercaladamente entre el balón y los rivales. Villa y Jaramillo esperan cerca del arco alguna oportunidad, ignorando el grito de !Palomeros no! Monroy y Fuentes pescan balón en río revuelto e intentan vencer a los arqueros de turno.
Se juega con el uniforme de diario. Algunos llevan tenis, otros zapato de suela o botas asesinas, destructoras de canillas. Ese es un peligro.
El otro son los taponazos inesperados de las patas bravas. El balón está en poder de Junca, quien tras evadir a Jaramillo se la pasa a Salazar. Este hace una gambeta, otra, otra y la pasa de nuevo a Junca, pero Kurmen se interpone, lo toma, la pasa a Prado quien hace lo único que sabe hacer, pegarle con todo. Todos se quitan de en medio, incluyendo a los arqueros. La ventana del salón de música detiene el esférico. Otro vidrio en la cuenta personal del sujeto.
La táctica y la estrategia cuentan. Teóricamente son equipos de dos, en la práctica se arman mafias. Parejas de cuatro y hasta de seis se entregan el balón o su equivalente, se dejan pasar, se confabulan para repartir patadas entre el personal. La suerte también juega. El "rey del arepazo (suerte)" de siempre está distraido mirando alguna joven cuyo nombre empieza por .... cuando las leyes de la física ponen el balón en sus piernas tras 27 rebotes al azar. Una sola patada y cambio de arqueros.
Arquero y defensa. O arquero delantero y arquero trasero. O doble arquero dentro del arco (pues claro, ¿dónde más?). La menos recomendable de las técnicas, pues una estirada simultánea suele terminar en choque, a veces de cabezas. Los que tapan vuelan, saltan, se arrastran y hacen todo lo posible para seguir tapando. Su agilidad y destreza se ven premiadas con espectaculares atajadas. Su suerte también. A veces otros paran el balón con sello de gol. O la paran ellos sin tener la menor intención de hacerlo. ¡Se la encontraron! Pues sí, pero vale.
¿Conflictos? Todos. Hay que buscar el balón. No esperarlo. Gol de palomero no vale. ¡Camilo no sea palomero! Que pasó por encima del saco. ¿Fue palo? ¿Fue gol? ¡Fue palo! ¡Fue gol! Tapamos nosotros. No, seguimos tapando nosotros. Entonces que tapen ellos para seguir jugando. Vale.
Pitazo final. No hay pito. Hay un timbre que marca el fin del recreo. Tiempo de recoger los sacos y los libros. Tiempo de volver al aula a perder el tiempo mientras vuelve aquello que realmente vale la pena en el colegio. Cuando no habían escuelas de fútbol. Cuando la seguridad no era una obsesión. Cuando cualquier espacio era cancha. Cuando para ser balón solo había que ser redondo.
Así no aprendimos a jugar. Así aprendimos a amar el fútbol. Así aprendimos a vivir.
Un juego, muchos equipos, un balón, un nombre, un recreo, una regla:
El que mete gol tapa.