jueves, 10 de marzo de 2016

Ventajas de ser hombre en el Día de la Mujer


Para ellas, el reconocimiento es más que justo. Eso es  lo primero que se debe decir sobre el tema. Y no es cierto que no exista su equivalente para el gremio masculino. Lo que pasa es que el Día de la Mujer recibe amplio despliegue, mientras que el Día del Hombre es medio clandestino. Y los  hombres deberían estar agradecidos. Porque esa clandestinidad los mantiene a salvo de una serie de efectos secundarios medio complicados que se derivan de la celebración de marras.

Por  ejemplo, al terminar el día no tienen que andar enhuesados con un montón de rosas envueltas en papel transparente, todas  iguales. Y digo enhuesados porque trate de cargar una rosa en un bus durante las horas pico sin que se desbarate. O consiga un taxi en similares circunstancias. O ande en bicicleta, moto o cualquier transporte individual. Y eso que no falta el creativo que introduce variantes peligrosas como dejar las espinas, o cambiar el solitario por un ramo. Y la homenajeada es la que debe lidiar con su cargamento vegetal en medio del transporte público.

Y hablando de creativos en materia de floricultura, una tendencia  más peligrosa ha ido haciendo carrera. Las rosas son frágiles, pero por lo menos son pequeñas.  Algún genio tuvo la idea de pasar a las ligas mayores como los crisantemos, los lirios o los girasoles. Y sí, con tallo y todo. Para  aquellos cuyo fuerte no está en la botánica, les recuerdo que cada flor de las mencionadas tiene tremendo tallo, cuya extensión es comparable a la de un brazo humano. Ese es el regalito que se debe cargar en un bus atestado camino a casa, junto con la cartera, el paraguas y el celular.

Otra ventaja de los hombres en materia de regalos encartadores tiene que ver con los donantes. Ellos no deben lidiar con los (bueno, para su caso sería las) oportunistas del Día de la Mujer. Aquellos compañeros de planta, oficina, taller, aula, cocina o similares cuyas intenciones trascienden lo laboral pero no clasifican para la dama de turno. Ellos  aprovechan la fecha para invadir las zonas de seguridad. Ese día dan regalos, mandan mensajes, hacen invitaciones, ponen a consideración propuestas decentes e incluso de las otras. Cualquier otro día, para la homenajeada en mención es fácil ignorar, poner en su sitio o deshacerse del sujeto. Pero cada 8 de marzo toca aguantárselos.

A los hombres tampoco les organizan eventos diseñados con la mejor intención, pero no siempre con los mejores resultados. No tienen que asistir a almuerzos demasiado  elegantes para su gusto tradicional, o demasiado típicos para su gusto  elegante. No deben aguantarse ni el discurso de ese jefe excesivamente creativo mientras se enfría la sopa, ni el acoso camuflado en homenaje de algún mando medio pasado de tragos, ni ciertos espectáculos artísticos de bajo presupuesto y discutible gusto.

Tampoco es común que al final del día, -independientemente de la floricultura comentada  en los primeros párrafos- dispongan de una dotación de dulces, chocolates, colombinas, chicles, maní, caramelos que atentan tanto contra sus niveles de glucosa, como contra aquella dieta que bastante esfuerzo les ha costado.

Así que, como hombre, con algo de retraso, le deseo a todas las lectoras de este blog un Feliz Día de  la Mujer, que de manera justa e inobjetable reconoce el maravilloso aporte que como amigas, compañeras, parejas, madres le hacen a la vida, y al personal ubicado  al otro lado de la cuestión de género.


Y, por favor, no me lo vayan a retribuir.