lunes, 30 de junio de 2008

El cliente es el enemigo

1.- Tuve durante 15 años una cama de madera comprada en plaza de mercado. Hace tres años la cambié por una metálica de marca conocida, de esas que son “sinónimo de calidad y servicio”.
2.- En tiempos actuales empiezo a sentir un extraño bamboleo.
3.- La cama tiene tres soportes: espaldar, frente y uno en la mitad. Los unen dos parales con salientes que se insertan en los soportes. Un saliente de esos (metálico y todo) está roto.
4.- Busco el recibo y marco a la sede principal de la empresa. El PBX incluye servicio al cliente. No contestan. Se marca de nuevo... no contestan. Y así durante una mañana completa.
5.- Marco las demás extensiones. Tampoco contestan.
6.- Llamo a otras sucursales. En dos coinciden. Uno: todavía existe garantía. Dos: hay que llamar a la principal o llevar la cama.
7.- Voy a la principal con el fin de averiguar. El almacén es un amplio espacio donde se exhiben los muebles reproduciendo ambientes como habitaciones, salas y comedores.
8.- No hay muchos vendedores. Finalmente una nos atiende. Sonríe y me remite a “servicio al cliente” (por lo menos, así se llama).
9.- Es un espacio entre cuatro paredes con un viejo escritorio en el rincón. La señorita me mira de arriba a abajo y sin sonreír pregunta qué pasa. Le explico y de manera tajante, con una argumentación no muy clara, sentencia: no hay garantía.
10.- Vuelvo al almacén a buscar un repuesto.
11.- Otra vendedora informa que ya no se hacen las camas así. Los soportes metálicos se cambiaron por un sistema de madera.
12.- Pregunto si se pueden llevar los soportes. Ella le marca a alguien. No aparece. Le marca a otro. No aparece. Tras una larguísima espera alguien informa que no hay soportes.
13.- De todas maneras los cotizo, el par –dice ella– vale $30.000.
14.- Consulto si pueden arreglar el dañado. Responde que sí.
15.- Averiguo cuanto cuesta. Nuevamente le marcan a alguien. Oigo que lo llaman por altavoz.
16.- Pasa un rato largo hasta que “alguien” se reporta por teléfono. La vendedora le explica. Hay uno de esos silencios largos, como de quien ha recibido una pregunta para la que no tiene respuesta...
17. Finalmente cotizan el arreglo: $20.000. Comento o pienso algo curioso, el arreglo es más caro que el repuesto.
17.- De salida, tomo una ruta diferente. En esta parte del almacén venden piezas sueltas. Y ahí están, –exhibidos, no escondidos– los dos parales de madera.
18.- No hay vendedores. Tras un rato largo aparece un tipo con pinta de técnico, Le pregunto si eso se vende y cuanto vale. Me dice que sí y desaparece.
19.- Otra larga espera. Finalmente el técnico se materializa de nuevo y me sugiere buscar una vendedora.
20.- Busco una vendedora, le muestro los parales y le pido una cotización. Me la da por escrito. Valen 28.000.
21.- Ese proceso se demora tres minutos. Llevo unas dos horas en el almacén.
22.- Me acabo de levantar y estoy escribiendo esto. La cama la remendé con alambres y dejó de moverse. Y a quien lea esto le juro que –contrario a otros textos de los que conforman este blog, producto de la imaginación del autor o por lo menos de algunas exageraciones–, no me he inventado ni una palabra.