lunes, 2 de marzo de 2009

El malo de la fila

Fernando es un tipo grande, gordo, bonachón, educado, y hasta tierno, Una dama, dicen sus amigos. Pero la genética le puso cara de malo, lo cual lo convierte automáticamente en perdedor de todas las peleas que involucren a otro, y al público en general.
Por ejemplo, es el preciso para que se le cuelen en la fila. Pero no se le cuelan tipos malencarados y vulgares, de esos que automáticamente generan antipatía.
No. Se le cuelan viejitas descaradas de rostro inocente, señoras con niños en brazos, niños pequeños enviados por su madre (la de ellos) para hacerle campo, minusválidos en muletas, jovencitas con cara de yo no fui o cualquier otra variante del género humano que se vea débil, desvalida e inocente.
Al lado está Fernando, quien se ve fuerte, autosuficiente y culpable. Su voluminosa anatomía impide que los de atrás se den cuenta del colado. Como la única persona que ve al infiltrado en la hilera es él, eso impide la solidaridad de los de atrás, expresada en el coro de “colaaa, colaaa”.
Pero no. En principio, es el “Pote” contra el “pato”. Así que de la manera más cordial posible, le hace el reclamo al espontáneo, argumentando el respeto a los demás y los derechos de los madrugadores, a la espera de una reacción racional y consciente.
Alternativa uno: Algunos sufren un repentino ataque de sordera, y actúan como si la cosa no fuera con ellos. Dependiendo del tamaño de la fila, Fernando puede dejar la cosa de ese tamaño o ir subiendo el tono de voz. En la alternativa dos, el interpelado responde. Y poco a poco saca las uñas. Su aparente inocencia va dando paso a una fiera que con argumentos poco lógicos pero muy expresivos y audibles (“¡No sea sapo, hipopótamo hp!”, por ejemplo) reclaman su derecho a que se aplique la ley del más débil.
En las dos alternativas, tarde o temprano el tono de voz sube y lo que era una discusión privada se convierte en pelea pública. Los presentes toman partido. Inicialmente como murmullo y luego en una inminente amenaza de linchamiento, la cargan toda contra el hipopótamo aprovechado.
Cuando le va bien, lo insultan. Cuando le va mal, lo sacan a patadas de la fila. Cuando le va peor, interviene la Policía y termina en una permanente, donde tiene que pasar varias horas tratando de convencer a un escéptico inspector de que el malo era el otro.
Otra pelea perdida.
Colados 20 - Fernando 0.