sábado, 23 de enero de 2010

La mancha que nunca ocurrió

- En realidad no sabemos que es. Y tampoco es importante. Lo cierto es que nunca hemos podido quitar esa mancha.

Me hice el pendejo. Al fin y al cabo el origen de la mancha en la pared detrás de los baños era - se supone - un misterio. Pocos sabíamos la verdad. Y a este que le iba a importar. Es que la versión oficial dice que los hechos jamás ocurrieron.

Todavía me acuerdo de la reunión a la salida de clase. Nunca había visto al prefecto tan serio. Estaba toda la plana mayor. El rector, la secretaria, los jefes de área. Y nadie se reía.

Prohibieron cualquier comentario alrededor del tema. Amenazaron con expulsión a quien hiciera algún chiste, o tratara de burlarse de Polanía. Convirtieron en tema tabú lo que pasó después de almuerzo, entre el salón de 10b y el baño de hombres.

Y sin embargo, 15 años después, la mancha seguía allí. El nuevo administrador apenas llevaba 5 años en el Liceo Panamericano, así que ignoraba muchas cosas. Como por ejemplo, que yo era egresado de la misma institución. Cuando era más popular, claro. Ahora ni pensar que uno de sus ex alumnos fuera maestro de obra.

El colegio había cambiado mucho. Le calculo unas cinco remodelaciones. Lo que no había cambiado era la batería de baños. Era una cosa muy bien hecha, estilo cuartel. Así que únicamente había que echarle pintura de vez en cuando. Y para eso me habían llamado.

Mientras daba una vuelta, vi a la profesora de dibujo. Nada que ver con doña Gloria. Esta era una joven bonita, como simpática, que conversaba animadamente con unos pelados. Doña Gloria era vieja, amargada, fea y, sobre todo, autoritaria. Además, se la tenía velada al Gordo Polanía.

Eso parecía cuestión del destino. Polanía era el peor dibujante del mundo. Sus planas eran chuecas, sus planchas manchadas, sus figuras deformes. No era falta de voluntad, sino carencia absoluta de capacidad. Pero eso no lo entendía Doña Gloria, que lo tenía como el ejemplo perfecto de todo lo que no se debía hacer.

Para rematar, está el asunto de las tizas. Nadie supo quien mandó el tizaso, pero lo cierto es que Doña Gloria entró al salón en plena guerra. Y el golpe fue justo encima de ella. Y Polanía estaba allí, con las tizas en la mano. No lo echaron, por que no había pruebas concluyentes. Pero quedó en capilla.

Ese jueves teníamos parcial de dibujo después del almuerzo. Había que hacer una plancha en papel milimetrado con lápiz extradelgado. Cuando había evaluación Doña Gloria era más estricta todavía. Ella creía que uno podía copiarse. Sí, en clase de dibujo. ¿Qué cómo? Nunca se supo.

Nadie le prestaba atención a los demás. Polanía tenía la silla a mi izquierda, contra la pared. Yo estaba con los ojos en mi plancha cuando lo vi. Respiraba profundo y de forma irregular. Los ojos le lloroseaban. Sudaba.

Siempre se ponía nervioso en las evaluaciones, pero ese día se veía realmente grave. Aprovechando un descuido de la profesora le hice una seña, en respuesta, él se colocó las manos en el estómago.

- ¿Que le ocurre, señor Polanía?

Doña Gloria tenía el radar activado contra el Gordo. Este abrió los ojos como queriendo decir algo, pero el miedo pudo más y se quedó callado. Era tanto el terror que le tenía, que ni siquiera coordinaba sus frases cuando hablaba con ella.

Diez minutos después, para sorpresa del salón en pleno, Polanía hizo lo que nadie se atrevía. En pleno parcial de dibujo, levantó la mano.

- Doña Gloria....

- ¡Que!

- Tengo que decirle algo.

- Dígalo.

- No, tiene que ser en secreto.

- ¡Que qué!

Polanía se había vuelto loco. No solo hablaba en los exámenes, sino que le ponía condiciones a Doña Gloria. La vieja lo miró con odio y contestó.

- Después de clase.

Cinco minutos después la mano se levantó, temblorosa.

- Doña Gloria

- ¿Ahora que?

- Es urgente.

- No moleste Polanía.

No habían pasado tres minutos cuando, sin levantar la mano, y en tono suplicante, habló el Gordo.

- ¡Doña Gloria!

- Polanía, una interrupción más y lo mandó adonde el prefecto.

- ¡Gloria!

El salón enteró quedó paralizado. Ni siquiera el descarado de González se atrevía a llamar a los profesores por su nombre. Y Polanía lo había hecho con su peor enemiga. Sin decir una palabra nos repartimos el mensaje. El Gordo era un cadáver.

Los ojos de la maestra de dibujo se llenaron de odio. En un momento fue policía, juez, jurado y verdugo. En un procedimiento sumario se analizaron los cargos, para pronunciar sentencia.

- Polanía, váyase para donde el prefecto....

Contuvimos la respiración, con la esperanza de que hubiera algo de compasión en la educadora. Pero la suerte estaba echada.

-... ¡Ya!

Mínimo matrícula condicional. Volteé adonde el Gordo que se levantó muy despacio. Seguía sudando y caminaba como raro. Mientras se desplazó hacia la puerta parecieron siglos. En que estaba ese tipo. Desafiar así a doña Gloria.

Cuando Polanía salió todo respiramos tranquilos. Las cosas volvían a la normalidad. Bueno, eso pensamos, por que 15 minutos después se abrió la puerta y entró... el rector en persona.

Algo le dijo a doña Gloria en tono bajo y salieron de afán. Nadie entendía nada. Ese día no hubo más clases. Cuando llegaron los buses, íbamos a salir pero no nos dejaron. Y entonces entró al salón toda la plana mayor. El rector, la secretaria, los jefes de área.

Nunca había visto al prefecto tan serio. Nadie se reía.

Comenzaron con una orden terminante. Bajo pena de expulsión, quedaba prohibida cualquier alusión o comentario a lo ocurrido. Más claro. Eso jamás había pasado. Ni en las casas, ni entre nosotros, pero, sobre todo, frente a Polanía nadie debía hablar del tema. ¿Quedaba claro?

Pues claro que claro no estaba pero dijimos que sí. Tanto misterio por una expulsión. Salimos a los buses y nos fuimos a casa. Al otro día Polanía regresó a clase y la vida prosiguió, sin que se hablara del tema.

No volví a saber nada de Polanía, aunque creo que es médico, o algo así. Doña Gloria tiene ahora una academia de dibujo, y yo estoy aquí, frente a la mancha de la parte de atrás de la batería de baños.

Voy a poner todos mis conocimientos para quitarla, pero sé que es imposible, a menos que tumbe el muro.

Aunque nunca hablamos del tema. 15 años atrás, apenas vimos la mancha, entendimos lo que había pasado.

Polanía se cagó en los pantalones antes de llegar al baño.