martes, 26 de enero de 2016

La prueba reina


Para que me entienda, señor fiscal, tengo que incluir elementos personales. Nunca he sido muy exitoso en eso de conseguir pareja. Me falta persistencia,  me equivoco en los momentos clave y a la hora de la conversación soy más bien del tipo aburridor. He tenido mis momentos pero no soy, como le digo, de los que despiertan pasiones.

Un día resulté con esta amiga nueva en Internet.  El asunto fue lento. Primero algunas acotaciones sobre imágenes, memes o comentarios que a mí me  gustaban y resulta que a ella también. En uno de esos el comentario público se volvió personal con una pregunta específica que me hizo y yo respondí. Luego vino otro, y otro,  hasta que un  buen día estábamos conversando de manera directa.

En esos diálogos, sin darme cuenta iba soltando datos. Por ejemplo cuando dije que me gustaba el teatro preguntó qué obras había visto, el teatro  y la silla. Y que cómo hacía para salir de noche y para pagar. Y uno cae y le cuenta que tiene carro, que usa tarjeta de crédito, que compra sillas caras, da pistas de donde vive… en fin.

Llegó el momento del conozcámonos y del intercambio de fotos. Yo mandé la mejor que tenía y ella respondió con la imagen de una mujer joven, bonita, muy sensual, en una pose de esas medio sexis que están de moda. También pasamos del chat al teléfono y al video. Ella hablaba desde una conexión o un equipo medio viejo y por eso nunca se le veía muy bien la cara. Cada vez parecía más y más interesada en mí.  Cierta vez me contó que tenía que acompañar a su mama a una cita médica.  No volvió a hablar del tema hasta días después cuando comentó que la mamá  iba a necesitar una cirugía.

Hasta que decidimos vernos personalmente. A esas alturas nos conectábamos a diario. Y creo que fue esa vez cuando dijo que aunque sonara ridículo, sentía que se había enamorado de mí. Y la noche en que íbamos a  definir los detalles de nuestro encuentro ella estaba con ojos llorosos. Me dijo que no me preocupara. Le dije que si quería que hablábamos después y respondió que en ese momento necesitaba el apoyo de alguien como yo. Solo un rato después insinuó no sé que problema y que debían abonar una plata grande (que no tenían) para la operación de la madre. Y después de que conversamos sobre otras cosas volvimos al tema de nuestro encuentro y ella dijo que primero había que solucionar la cosa de su mamá.  Que realmente quería verme, que yo era en ese  momento la segunda persona más importante de su vida

¿Qué más podía hacer? Pregunté de cuanto era el problema. Ella  me dio una cifra -bastante grande- y explicó que era un depósito, y que en pocos días sería reembolsado. Ofrecí prestarle. Se molestó, dijo que no, que cómo se me ocurría. Que me quería demasiado para abusar de mi confianza y mientras se negaba a recibir un peso de alguna forma acordamos una cita para vernos y, de ñapa, entregarle algo de dinero.

Y cuando me estaba preparando para llevarle la plata a esa mujer joven, bonita y sensual que se había  enamorado de un tipo como yo,  tuve la suerte de encontrarme frente a frente con la prueba contundente de que esto no era posible  y de que estaba siendo víctima de una elaborada forma de estafa. Por eso estoy acá presentando la denuncia, señor fiscal.

-¿Y cuál es esa prueba?

Un espejo de cuerpo entero.