¿Ya les hablé del profe? ¿No? Entonces déjenme se los presento. Es una
eminencia en cierta rama del derecho. El derecho criollo. Ahora, el profe no es
abogado, no es profesor y no es contertulio habitual de los círculos académicos.
Ni siquiera califica como tinterillo. Pero hay que reconocerle su condición
innata de sobreviviente. Porque la vida lo ha bendecido, pero también lo ha
pateado. Para salir adelante, el hombre comenzó a aplicar su particular visión
jurisprudencial. Y al pasar de la práctica diaria a la teoría descubrió que
todos sus compatriotas, sin distinción de credo, edad, raza, clase social,
género o gustos futbolísticos hacían, en diversos grados, lo mismo.
El profe recuerda haber escuchado alguna vez una frase que,
se supone, es verdad universal. “El cumplimiento de la ley garantiza el
adecuado funcionamiento de la sociedad”. No sabe quien dijo eso, pero está
seguro de que él no fue. Porque lo que ha tenido que hacer a lo largo de su
vida le permitió acuñar otra frase: “En Colombia, cuando de cumplir la ley se
trata, uno sí puede estar medio embarazado”.
Muchos años después, durante una reunión informal entre
amigos –en vísperas de elecciones, en plena vigencia de una ley seca– se animó a
divulgar sus tesis, lubricadas por unas cuantas cervezas: cumplir la ley en
Colombia es relativo. Y depende de dos variables: cantidad y tiempo.
Es más fácil explicarlo con ejemplos, –dijo Ariosto, cinco
cervezas después–. La norma establece que los semáforos son para que la gente
pare. Y casi todas las veces quienes conducen vehículos de dos, tres o cuatro
ruedas, motor, tracción humana o animal se detienen ante el rojo. Casi, porque
cuando es muy tarde, cuando no hay otros medios de transporte a la vista,
cuando puede ser inseguro o cuando existe una clara oportunidad la gente se vuela el semáforo.
Otro. El espacio público –señalan los códigos– debe respetarse. Usarlo como
punto de venta, parqueadero, lienzo de artista callejero, taller de bicicletas,
baño, restaurante o vitrina no es legal.
Más. La legislación vigente protege la
propiedad intelectual, las marcas y la industria nacional, lo que significa que no se deben
comprar memorias USB cargadas de música pirata, camisetas de fútbol
extraoficiales y dulces chinos contrabandeados ¿Será que alguien puede
(podemos, dice la tarjeta) tirar la
primera piedra del gremio de quienes están libres de pecado en esto?
Robarse un esfero de un almacén es claramente ilegal, pero,
¿será lo mismo si ese esfero forma parte de los implementos de trabajo del
lugar donde laboramos? ¿Si está
prohibido vender cigarrillos sueltos, porque no solo se venden sino que los
seguimos comprando? La Ley dice que la
jornada laboral es de 8 horas. ¿No
deberían los empresarios preocuparse si sus empleados pasan 9, 10 u 11 en sus
oficinas (¿horas extras, qué es eso?)
Ariosto precisó que esta flexibilidad tiene un límite. La
presencia activa de la autoridad. Nadie se pasa un semáforo en rojo cuando hay
un policía de tránsito poniendo partes. Nadie compra películas piratas en medio
de un operativo de la DIAN. Nadie se roba implementos de oficina mientras el
almacenista hace inventario. Nadie se hace el pendejo con una deuda cuando le
notifican el cobro judicial.
Pero mientras tanto, en mayor o menor medida, nadie se
siente delincuente, antisocial o ilegal,
cuando cumple (cumplimos) con la mayor parte de las leyes, la mayor
parte del tiempo… algo así como si estuvieramos medio embarazados.