jueves, 8 de septiembre de 2016

El misterio del piloto y la modelo

La mujer es, sencillamente, espectacular. Actriz o modelo, a veces famosa, otras desconocida, pero siempre visualmente impactante. Se viste como si estuviera en una pasarela en Milán. Su vestido es generalmente escotado, con telas sueltas y vaporosas que se mueven sensualmente impulsadas por el viento. Por el viento o por el ventilador invisible, porque, bajo techo o al aire libre, el vestido jamás deja de agitarse.

El caballero reúne condiciones similares en aspecto externo y notoriedad. Si no es alguna celebridad, ha sido cuidadosamente seleccionado. Quijada firme, barba incipiente cuidadosamente descuidada, cabello imposible de despeinar y, lo más importante, carro último modelo. El elemento transporte es infaltable. Admite variantes como moto de alto cilindraje, lancha a motor, avión privado, planeador de ala delta y creo que alguna vez hubo un paracaídas. 

El sujeto, preferiblemente de esmoquin, utiliza su vehículo para movilizarse a grandes velocidades nadie sabe para donde. El esmoquin puede acompañar cualquiera de las opciones mencionadas. Sí, el paracaídas también. A lo James. James Bond, se entiende

Para describir el ambiente es más fácil en negativo. No es una venta de hamburguesas. No es un transporte público. No es un restaurante de almuerzo corriente. No es una fiesta de 15 años en salón alquilado. No es una tienda de barrio. No es una oficina de 8 a 5. No es una fila en una entidad pública. No es ningún lugar de esos donde usted y yo pasamos nuestros días, los rutinarios y los especiales. 

No. Es una especie de coctel estrato 15 que nunca se acaba. Es una playa donde los usuarios no usan chingue sino traje de etiqueta y vestido largo. Es una ciudad donde no se ven ni la Torre Eiffel ni el Arco del Triunfo, pero los que nunca hemos ido allá inmediatamente la identificamos como Paris.

Ya tenemos protagonistas, vestuario, locaciones y utilería. Falta el argumento. El tipo anda en su carro, lancha, moto, ala delta o paracaídas poniendo cara de interesante. Entretanto, la dama corre por escaleras, calles, en medio de la fiesta con una sonrisa pícara especialmente trabajada para que se vea sofisticada.

Como nunca hablan, el único código auditivo que refuerza el mensaje es una canción que suena a francés. La historia termina cuando ella le dedica al tipo su sonrisa antes de atravesar la puerta. Ignoramos dónde es el encuentro, pero parece ser una casa muy elegante y es condición sine qua non que haya una puerta. Porque en caso contrario, ¿cómo haría él para seguirla a través de la puerta?

Lo que pasa después nunca se sabe. Ese es el momento en que bajan las luces, se muestra otra cosa o aparece un nombre mientras la imagen de fondo pierde foco. Claro que entender lo que están insinuando tampoco es tan difícil. Entonces es cuando tratamos de ponerle lógica al asunto. Suponemos que el tipo es un piloto de pruebas al servicio de una organización poco exigente en materia de elementos de protección personal y ropa de trabajo. Y que ella es una modelo de pasarela fugitiva, que se robó el último vestido que modeló, directamente desde la pasarela.

Por qué y cómo terminaron encontrándose, es una enorme misterio.

Pero ese primer enigma es un juego de niños  comparado con  la  pregunta que me hago siempre que veo comerciales  de este tipo. ¿Qué tiene que ver toda esa parafernalia con el perfume que están tratando de vender?