miércoles, 6 de septiembre de 2023

Perdidos en la noche


Una oferta laboral puso a la prima en la ciudad capital. No es que nunca hubiera venido, pero una cosa es pasear en modo turista y otra ser local en plan residente. El primo, en cambio, ha sido local capitalino toda su vida. Por coincidencia generacional desarrolló con la prima esa complicidad, muy común, entre parientes que comparten rango de edad. Por cierto, él también está dando sus primeros pasos en el mundo del trabajo. 

Ante la reubicación permanente de la prima, el primo ejerció como guía, entregó recomendaciones para el uso del transporte público y acompañó en plan pedagógico los primeros almuerzos callejeros. Y hablando de alimentos, llegó el asunto de la comida anual organizada por Don Pérez, dueño de la empresa donde la prima prestaba sus servicios. Se trataba de un encuentro para destacar logros, reconocer a los colaboradores destacados y dar la bienvenida a quienes entraban a reforzar el equipo. Es decir que clasificaba como imperdible para los trabajadores aunque, si ellos así lo querían, podían llevar un acompañante.

A la prima la invitación obligatoria le generó preocupaciones.  No tenía idea de como llegar a La Cocina Típica, sede del encuentro gastronómico-corporativo. La cita era en fin de semana, así que ni modo de colgarse del resto del combo de la oficina. Aún no le había llegado el primer sueldo y el presupuesto no daba para taxis o similares. Y tampoco sabía como retornar con seguridad a su casa tarde en la noche. 

Primo al rescate. Asunto resuelto. Claro que la acompañaría. Tenía la política de jamás rechazar una comida gratis. Más en ese restaurante, famoso por su servicio y sazón. Y no había problema con la hora. 

Sábado en la noche. Doris, la jefe directa de la prima, está nerviosa. Sabe que Don Pérez anda muy pendiente de que todos sus empleados asistan. El viejo nota las ausencias. La angustia de Doris está centrada en los nuevos, la ingeniera recién llegada a Bogotá y el administrador que reemplazó al jubilado. 

Así que los bombardea por mensaje de texto. El administrador no contesta. En cambio la ingeniera se reporta. “Estamos muy cerca”. “Acabamos de bajarnos del bus y caminamos hacia el restaurante”. Y el administrador nada. Doris continúa tecleándole como desesperada mientras mira el tranquilizador mensaje final de la ingeniera. “Estamos ingresando”. Y en efecto, desde la mesa se ve una pareja que entra al restaurante y camina hacia la mesa. Son el administrador y su esposa.

Doris respira aliviada. Acomoda a los recién llegados y ya tranquila se sienta, consciente de que solo es cuestión de segundos. Segundos que se vuelven minutos y de aquello nada. Intrigada, opta por llamar.

— Aló. Hola jefe, ya le iba a marcar. Estamos acá pero no los vemos. Todos muy colaboradores pero el jefe de meseros nos dice que no hay ningún evento programado para hoy.

— Como así, dígale que Don Pérez reserva La Cocina Típica todos los años.

— Espere le pido el favor a mi acompañante. Primo, que le diga al señor que Don Pérez reserva La Cocina Típica todos los años. Sí, La Cocina Típica…. ¿qué estamos dónde? ¡¿Qué?! Pero yo le dije... Pues claro... perdón jefe, ya le hablo. Le dije, La Cocina Típica. No, yo nunca le dije La Típica Cocina. Pues claro que seguro. Bueno, bueno, arranquemos para la Cocina Típica. Qué queda ¡dónde! Al otro lado de la ciudad… Ay.

((Silencio en la línea)).

— Aló, jefe, creo que me voy a demorar un poquito.