Aunque tener la nariz lejos del suelo implica algunas ventajas, también le suma puntos negativos a la existencia. Dos ejemplos obvios; es muy bueno para cambiar bombillos, pero puede ser una pesadilla a la hora de sentarse en esos aviones o buses donde cada vez acomodan más sillas en el mismo espacio.
Como se ve, no solo depende del alto o la alta de turno, sino de quienes diseñan un mundo para el promedio. Antes de que la resiliencia se pusiera de moda, ya los y las grandes intentaban encajar como podían en estrechos espacios. De un tiempo para acá, un nuevo desafío enfría la vida de los L, XL y XXL. Un chiste viejo se hizo realidad: si se tapa los pies, se destapa la cabeza; si se tapa la cabeza, se destapa los pies.
La cosa es más grave a medida que la distancia entre la planta de los pies y la coronilla crece. El usuario debe escoger entre proteger un segmento que va desde el dedo gordo de la extremidad inferior hasta más arriba del ombligo, o desde las rodillas hasta los hombros, o desde la cabeza hasta la cintura. La obligatoria combinación entre anatomía y gestión del espacio tiene un nombre: cobija.
No es la legendaria cuatro tigres, esa que cubre por completo un lecho king size y sus alrededores. Tampoco la que no es ni tan grande, ni tan gruesa ni tan colorida, pero que cumple con abarcar la cama completa, en modelos sencillo, semidoble y doble.
Es un invento creativo de uso adulto, pero en talla para niño. Se les reconoce los diseños, algunos de temporada (Navidad, Halloween, estaciones) y que lo que tapan, se calienta. Pero su extensión es inferior a la estatura promedio, situación que se nota mucho más si el acobijable supera el promedio. Especialmente para este personal parte de su anatomía, siempre, estará condenada al frío. O a calentarse mediante otro sistema (más cobijas, chaqueta, medias gruesas, pasamontañas, chimenea… yo qué sé).
Bueno, listo, a alguien se le ocurrió hacer cobijas para pitufos. Y si usted es talla troll, pues no las compre. Y, ¿quien dijo que se compran?. De un tiempo para acá entraron en esa lista de regalos pbm. Prácticos, baratos y masivos. Prácticos porque a nadie le sobra una cobija. Baratos porque no demandan la inversión de una cuatro tigres y hasta tienen precios especiales al por mayor, lo que nos lleva a la última característica. Ideales para cuando hay que dar muchos regalos y no hay tiempo ni dinero para ser selectivos.
Así que el usuario o la usuaria de gran estatura recibe su (¿sus?) cobijita y, para qué, le hace la lucha. Ya hablamos de los intentos fallidos de tapar el cuerpo completo. El plan b es asumir posición de feto, rana o loto con el fin de adaptar la humanidad al volumen de la manta. No importa cuanto ensaye, siempre habrá un resquicio por donde se cuela la evidencia de que la persona es grande y lo que la cubre no tanto.
El plan b son usos alternos como tapar solo las piernas mientras se consume una bebida caliente. Bebida cuyo destino suele ser derrame parcial o total, lo que deriva en cobija manchada, quemazón en las extremidades o todas las anteriores. También se puede poner estratégicamente sobre los hombros mientras se ve televisión, se lee, se come o se bebe... siempre y cuando se perfeccione la técnica para no enredarse mientras se maneja el control, se pasan páginas, se lleva la comida del plato a la boca, se consume el bebestible o se mira el teléfono que, créanme, sonará justo después de acomodar la manta.
En ese caso, la cobija viene a convertirse en una especie de ruana, poncho o chal, pero carente de hueco para el cuello o división ergonómica encaminada a descolgarla desde los hombros sin necesidad de maromas.
A menos que el usuario se aburra y haga los ajustes respectivos... a punta de tijera.