En tiempos de desempleo, la independencia tiene cara de perro. Uno que otro valiente que se aburre de tener jefe y decide ser su propio jefe, y mucho resignado, ante la sucesión de “nosotros lo llamamos” en sus solicitudes de empleo, opta por llamarse el mismo y poner su propia empresa.
De entrada, ambos se autoengañan. Quien no quiere tener jefe, descubrirá pronto que cada cliente es un jefe; y quien tiene una nueva empresa no demora en darse cuenta que es al revés, la empresa lo tiene a él.
El independiente se precia de no rendir pleitesía, pero el primer fracaso lo especializará en aquello de que el cliente siempre tiene razón. Para entender mejor veamos un ejemplo que cruza tres variables: Un trabajo aburridor (de esos que se hacían de mala gana en los tiempos de empleado y que se supone iban a desaparecer), la plata que tenga el independiente y la respuesta ante la propuesta.
- Tiene plata y clientes, pero no tiempo (casi nunca): No me interesa.
- No tiene plata ni tiempo, y tiene clientes (pocas veces): Lo pensaré.
- No tiene plata, tiene clientes y tiempo (muchas veces) : Sí, lo haré.
- No tiene plata ni clientes y tiene tiempo (casi siempre) . Sí señor, lo que usted quiera.
El otro argumento a favor de la independencia es el manejo del tiempo. El microempresario dice con orgullo “yo soy el dueño de mi tiempo”.
Mentira. Su empresa es la dueña de su tiempo, su vida, sus días y sus noches. Nunca deja de pensar en los posibles clientes. Cada vez que se aleja de un teléfono cree que perdió un negocio. Se gasta sus escasos recursos en un contestador, un biper y un celular al que sólo lo llama su mamá (la de él), las culebras y un despistado que pregunta por Eleonora.
Además, a diario descubre una ley nueva... que él está incumpliendo. Que el registro en la Dian, que el impuesto a las ventas, que la cámara de comercio, que la PILA. Se pregunta a que horas puede trabajar si se la pasa cumpliendo requisitos legales para poder hacerlo.
En el camino, muchos tiran la toalla, bien sea porque la suerte les sonríe en forma de empleo estable, o porque un día descubren que es más lo que gastan que lo que ganan. Otros corren con mejor suerte y triunfan, pero tanto unos con otros, en algún momento del proceso, han parafraseado al Himno Nacional en la estrofa que dice... ”independencia grita”, gritando...¡Quiero ser asalariado!